jueves, 2 de mayo de 2013

MÁS ALLÁ DE LAS ARMAS Y LAS URNAS



Libardo Sánchez Gómez*

En  Colombia   se criminalizan los reclamos sociales poniéndoseles el rótulo de terrorismo, y  se asesinan sindicalistas, indígenas, militantes sociales y contradictores políticos, como ocurrió con la militancia de la Unión Patriótica;   peor, aún, se   permite  que los crímenes se realicen con impunidad; además, se reprimen a los estudiantes, que luchan por una educación pública gratuita, y a los campesinos sin tierra, que la solicitan para producir alimentos; ante tamaña situación cabe preguntarse, ¿se deben aceptar las reglas del juego de la democracia burguesa como  escena predilecta del accionar político?   ¿Un Estado de este tipo, que roba las ilusiones del humano y  que es      corrupto, puede  ofrecer posibilidades para ejercer la política, como mecanismo para solucionar los problemas?

En Colombia el    pueblo expoliado   por agentes externos (capital transnacional) e internos (inequidad, injusticia, engaño, pobreza y violencia estatal) se ha visto impelido a abrirle las puertas al universo de la rebelión, viéndose obligado a empuñar las armas, única manera de defender la vida, la tierra y la dignidad.  Y, afortunadamente, en Colombia   ha sido exitoso el accionar del pueblo alzado en armas tanto que ha obligado a la burguesía criolla a solicitar ayuda al imperio gringo; y si no fuese por los dólares, las armas y la tecnología de éste   hace décadas que el poder estaría en manos del pueblo.

El pueblo  excluido  tiene el deber   ineludible  de madurar un debate estratégico, que   permita enfrentar  exitosamente a la  Casta  política, la cual desde varias centurias vienen expoliando el fruto del trabajo de hombres y mujeres. Alguien dijo que “la  rebelión del pueblo germina en el alma, como un móvil altruista, por el sentimiento de rabia ante la injusticia cometida por tan pocos contra tantos,  y es abonada por la lucha y ataque, de carácter defensivo, contra las instituciones y bases de esa injusticia estructurada como lógica dominante”.   Otro afirma que ”la  casta política en el poder no puede admitir  que existen  seres humanos que se indignan por la opresión y que más allá de tragarse tal indignación, deciden, sin importar un posible  fracaso, alzarse contra ese orden injusto y sus leyes”. Por eso las élites se blindan, por un lado, con un arsenal de leyes, tal el caso del disenso el cual se castiga como   delito de rebelión,  y por otro acuden a los peores  instrumentos de represión y terror,  tratando de disuadir o  castigar a hombres y mujeres  indignados.

Así que como  límite a la opresión el pueblo agredido necesita estructurar un proyecto  de resistencia; para llevar a cabo este proyecto revolucionario es necesario   unir  experiencias  distantes con las propias, por ejemplo, la liberación de Cuba, Vietnam y China, de esa manera será más fácil    para apropiarse  del poder político que, desde siempre,    le ha sido arrebatado.  Está muy claro que sin el poder se está condenado a ser eternamente agredido y sometido. Pero, algo más, existe un reto supremo (¿utópico?) el cual está en acceder al poder sin el uso de las armas. “Someter  al enemigo sin luchar es la suprema excelencia” (Sun tzu – El Arte de la Guerra). Hasta ahora no ha sido posible lograrlo en ninguna parte del mundo. Peor si se intenta sin armas y sin urnas como lo pide Carlos Alberto Ruiz Socha:       “…necesitamos una toma democrática del poder para conseguir avanzar hacia una verdadera democracia” (La rebelión de los límites. Quimeras y porvenir de derechos y resistencias ante la opresión, 2008) (el subrayado es mío).

Varios teóricos sostienen que se deben aprovechar las crisis recurrentes y "terminales" del capitalismo, para avanzar hacia una sociedad equitativa.  Bueno, nada, ¿o sí? se pierde con intentarlo.  Dice  Daniel Bensaid (1995) hablando de la crisis del capital que estamos “frente a una doble responsabilidad: la transmisión de una tradición amenazada por el conformismo y la exploración de los contornos inciertos del futuro”.   ¿Qué hacer? aún nadie tiene la respuesta precisa, pero lo que sí sabemos es que  para  lograr  el futuro que queremos será preciso ir articulando  y conjugando las aspiraciones y expectativas populares hasta  estructurarlas en un programa común. Agreguemos que para  tener éxito habrá que    ir más allá de los límites que   adjudica la democracia burguesa, tratando de  modular y enlazar las demandas reivindicatorias  ciudadanas de tipo social y económico  en el plano político. En Colombia, lamentablemente, los  movimientos políticos de carácter popular  no han podido, mediante las urnas, lograr la más mínima trasformación estructural del modelo  opresor y saqueador reinante desde la independencia española.    No obstante, como el Ave Fénix, está renaciendo La Unión Patriótica  la cual puede configurarse como un renovado   sujeto social-político; ésta después de la experiencia de su cuasi exterminio  ha tomado conciencia de las necesidades populares y más que nadie está en capacidad de articularlas en el plano social y, como se dijo anteriormente,   enlazarlas en el plano político. Creo que con una línea política actualizada y sintonizada con la realidad histórica que vivimos  la nueva U.P., estará en capacidad de hacer realidad la sociedad que los excluidos sueñan.

La política de la Unión Patriótica deberá ser el fruto de la acción de masas que leuda en medio de una adversa realidad; y   no nacerá en las cúpulas de las organizaciones políticas de la izquierda ni en la cabeza de  líderes carismáticos (los cuales, casi siempre, terminan al lado de los poderosos) sino en el corazón "de pueblo adentro".  

Siguiendo a Bensaid, la U.P, tendrá “...que redesplegar el movimiento social en los diferentes ámbitos de la reproducción social, multiplicar los espacios de resistencia, reclamando y afirmando autonomía.  Sin    descartar  de plano  ni la participación electoral ni la intervención parlamentaria, como complemento de la lucha por  el acceso al poder”. Pero hay que recordar que en Colombia, como en casi todas partes,  el parlamento no ha sido más que un "teatro de sombras chinas de las contradicciones sociales".

Si se quiere avanzar a paso firme  por el camino de las transformaciones sociales habrá que vencer muchos peldaños, el primero y más importante   es  el del imaginario social basado en el miedo y el engaño. Eduardo Ferreyra (2012) en El Control Social a Través del Miedo  manifiesta: “…el control sobre los ciudadanos de una nación se realiza de manera bastante eficiente por medio de un mecanismo muy efectivo: la creación del miedo en la sociedad”. El secreto del éxito   de la dominación de la casta política está en mantener a los ciudadanos en “estado de miedo perpetuo”, tanto que la gente teme a la protesta o al disenso social, pues cree que no afectan al régimen  sino a la propia  familia, por esto la gente rechaza  las revueltas estudiantiles; y está convencida de que los insurgentes son enemigos que luchan contra sus intereses; por lo mismo, las mismas clases populares    se oponen a los campesinos que piden tierra, a los obreros que exigen mejoras salariales, a las reivindicaciones  de maestros y jueces, etc.  

Cómo  hace el régimen para llevar el   miedo a los hogares, muy simple, recurriendo a lo que Michael Crichton (2004) expresó en su exitosa novela de ficción   “Estado de Miedo”: “Yo lo llamo «complejo político-jurídico-mediático», PJM. Y está destinado a fomentar el miedo en la población, aunque en apariencia se plantee como fomento de la seguridad.”

Como fundamento esencial de la resistencia, habrá que crear vacío de miedo dentro del pueblo,  hacer  que  la mayoría lo pierda; para ello se necesita del ejemplo de unos cuantos, según el  profesor de políticas de la Universitat de Girona Raimundo Viejo, “primero hay un pequeño grupo de gente a los que se les llama early riders, los que cabalgan primero. Son gente innovadora, más crítica y con un razonamiento político elevado. Esta gente es desobediente, como los insumisos o los okupas. Y cuando esta gente acierta con sus acciones, si son muy llamativas y si se dan las condiciones estructurales oportunas, la gente se añade”. Pero, desde luego,  como el miedo es inherente a la naturaleza humana   éste  va a estar ahí siempre,   solo que domesticado; habrá miedo a la enfermedad, a los accidentes o a quedar sin empleo. No obstante,  los excluidos, los sin  techo, sin  empleo, sin tierra, sin nombre,   es decir,    sin derechos ni  futuro no tienen  derecho a tener miedo. 

¿Tiene remedio   tanto mal?  ¿Se puede  voltearle la cara a la    moneda? Claro que sí, habrá futuro si se logra  hacer sentir a la casta dominante más pavor, que el que ellos generan al pueblo; para  que cedan privilegios  deben tener la seguridad de que pueden   perderlo todo.

Blindados ante el engaño y habiendo perdido  el miedo los senderos de la desobediencia conducirán al triunfo. Claro que contravenir  normas acarrea castigos, pero habrá que estar dispuestos a asumir las consecuencias, esto va implícito en la misma protesta.   Si nadie  paga impuestos, ¿qué podrían robar los corruptos?   Si las sedes de las transnacionales permanecen repletas de personas indignadas, ¿cómo podrían destruir el medio ambiente y saquear nuestros recursos? Si los campesinos, los indígenas y los afro descendientes se toman los predios baldíos y las fincas usurpadas, los Laffories tendrán que correr junto a sus sus vacas con la cola entre las piernas; si no se pagan las hipotecas los banqueros no podrán "disfrutar de mujer bonita..." (todas las mujeres son bonitas)     Y se tendrá que hacer sentir miedo al mismo gobierno, “su negativa a ceder privilegios, le  hará ver como   cómplice  explícito  del sufrimiento de la gente y, a su vez,   estará legitimando que se extienda la desobediencia civil masiva”.    También se tendrá que  señalar  y perseguir  a los parlamentarios que voten en contra  de las exigencias populares.
  
Más allá de las armas (siempre estarán como una opción) y de las urnas, como un proceso táctico en la estrategia por la toma del poder, habrá que intentar llegar al poder así se muera en el intento.

* DMV. Universidad Nacional. MSc. Economía. U.P. Javeriana. Profesor universitario.

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