jueves, 23 de mayo de 2013

JAQUE A LA MAFIA. Primera parte



Corresponde a una parte del primer capítulo.

Oh, excelente es tener la fuerza de un gigante;
                      pero tiránico es usarla como un gigante.
William Shakespeare, measure for measure

LA TRAGEDIA

 

CAPITULO I

....Tierra adentro el tradicional monocultivo de café se fue  intercalando con coca, amapola y  yagé, de tal manera  que  en vez del grano, que tradicionalmente salía  desde los beneficiaderos directamente para los EEUU, los sábados a primera hora desde  pistas improvisadas decolaban  avionetas rumbo  al país del Norte llevando bloques de nieve psicoactiva y   mermelada enteógena de yagé.

Después  del mediodía el personal dedicado a las labores del procesamiento de la  coca, es decir, los “químicos”,  “raspachines”, cocineros y “lava perros”,  como recompensa a la soledad y a tanto  esfuerzo mal pagado,  en cualquiera de los toldos levantados cerca de las chacras, por pocos pesos,  al son de  corridos prohibidos y vallenatos podían disfrutar de la compañía de bellas fulanas. Exuberantes chicas,   aprovechando la recolección de   hojas de coca abandonaban las minas de esmeraldas de Muzo para venir a ganarse la vida en torno al trajín de las yerbas sicotrópicas.  Quienes esperaban  turno, porque a las putas se llegaba  haciendo  rigurosa fila, jugaban cartas y apuraban corrosivo aguardiente elaborado por los mismos lugareños, así como whisky de las mejores marcas. Había  suficiente licor y mujeres  para todos los gustos.   Aquel sábado era el último día de la temporada que las chicas alegrarían cuerpos y almas.     Terminada  la gran temporada de recolección de hojas, la cual coincidía con la cosecha mayor de café,  las féminas  irían tras  la verde ilusión de las piedras preciosas.

En los últimos tiempos las chicas preferían marchar al exterior  a complacer a los “mechimonos” los cuales pagaban en verdes antes que atender a los mugrosos raspachines, quienes además de pagar con billetes falsos pedían rebaja, como si ellas vendiesen pan al menudeo. Vía  USA  viajaban al Asia; muy pocas regresaban o volvían a tener contacto con sus familiares. En  aquel entonces a   las  chicas se les vendía la idea de que iban a  engrosar el harem de un jeque árabe, pero la realidad  era que terminaban como esclavas sexuales en el Asia especialmente en Hong Kong. La  mayoría sabía lo que les esperaba, pero la situación de empleo en la región y, en general, en el país tampoco les ofrecía algo mejor, por lo que putear era la única alternativa a su alcance;  las que no partían para el exterior eran reclutadas   por los Indignados o sino por los “paralelos”, así se les decían en aquel paraje  a los individuos que trabajaban para la mafia y el Estado,  asesinando y desplazando campesinos.  

Aquel día el dinero se esfumaba  comprando amor furtivo y  alcohol. Se  jugaba al dado y a la veintiuna con cartas españolas. Si  la fortuna sonreía habría pan en la casa, pero si la suerte andaba de espaldas los “barrigoncitos”  tendrían que esperar una  mejor ocasión. 
     
A primera hora, contemplando  el cielo  borrascoso,  mi hermano me confesó:

_ No me gusta el día para salir de paseo quisiera dedicarme a leer un rato, tengo que terminar  La Montaña Mágica de Tomas Mann, llevo más de un mes tratando de leerla y no he pasado de la página setenta.

En ese momento entendí su afán por terminar de leer el libro, yo emplee tres meses en pasar la hoja veinte. Esta novela es un ejemplo de la  enorme capacidad de llenar hojas de un escritor sin decir mucho;   casi mil páginas alrededor de un espacio tan desabrido como  es un sanatorio de tuberculosos  indican mucha imaginación para escribir y mucha paciencia para leerlo.

Después  de cavilar algunos segundos le dije:

_  A mí tampoco me gusta este día de perros por eso es que tenemos que ir al bar  —y le alenté diciéndole— vamos donde el Manco a descapotar el día._  Por lo general en aquel lugar la llorona niebla de la mañana hacia el atardecer se transforma en una coqueta resolana.

Desde muy temprano la  tienda de Matías se llenó de risas y bromas calientes;  en el ambiente flotaba el rojizo olor a hembra extraviada y el dulzón tufillo del aguardiente. Pero también  un pesado efluvio enrarecía el ambiente. Los  gallos insistentemente  y, de manera premonitoria, canturreaban  desdichas; eso creen los lugareños al escucharlos cantar antes del mediodía de un día arropado en nieblas; creen firmemente que las desgracias vuelan veladas por la niebla.

El contraste entre Maciel y el resto de parroquianos era evidente, vestía fresco, incomodando  a muchos con su aire citadino, pero como era mi hermano me hacía el desentendido. Quienes no lo conocían no lo soportaban, pero cuando le trataban se daban cuenta que las apariencias engañan; un amigo le decía que caminaba interpretando al  agente 007. Otros decían que era un filipichín aromatizado, claro que otra cosa opinaban las chicas, las cuales se lo disputaban a jalones de melena;  eso no es raro, pues a las lugareñas una  deliciosa colonia y un uniforme militar las mata. Desde luego que la mayoría de  los  agrestes lugareños usaban extravagantes pintas, totalmente fuera de lugar, camisas White Horse y colonia Cristian Dior; y muchos  soñaban manejando una camioneta Explorer y otros volando un helicóptero. En  mi caso soñaba pilotando un tanque ruso y saludando desde el patio del palacio   al “paralelo”  presidente. Lo interesante del caso era que en ese paraje cualquier sueño parecía ser  posible,  el  Mexicano era un  vivísimo ejemplo, pues de andar sobre una mula  pasó a volar en Jet privado, y si Él lo había logrado por qué no el resto.

Aquel  sábado era el día de suerte de Maciel, ganaba en el juego y en el amor las cosas no podían ser mejores,  tenía de un ala a la prima de la Negra Melia, ésta última era la hija del Manco Matías, a la que todos querían conquistar, y yo me contaba entre ellos.  La  Negra Melia  tenía unos diez y siete años,  aunque parecía mayor, allí generalmente a los doce años las chicas ya eran mujeres;  y qué mujercita,  su cuerpo era una inevitable tentación.   Cuando  chocaba con su mirada el tiempo se detenía una eternidad, sugiriendo arduas querellas. Cada  vez que cruzaba por mi lado con las tandas de alcohol su colita chocaba disimuladamente mi hombro,  alborotando  mi vientre.  A veces posaba su pequeño pie suavemente sobre  mi bota hasta que se lo hacía retirar  con un pellizco en su firme culito. 

Iniciando  el juego de cartas Maciel cogió la talla, y se le pegó como si fuese un imán,  ninguna parada bajaba de diez y ocho puntos; incluso tumbaba veinte puntos, el cuatro siempre escoltaba una reina, haciendo veinte y media. A veces por ser dueño de la mano “tumbaba” veintiuna con otra veintiuna.
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_ Doy cartas… — en ese instante  Maciel quedó  comiéndose las palabras. 

De repente apareció en el patio un corpulento jinete montado en un brioso bayo. Era  nada más ni nada menos que Silvio  Castañeda quien parecía un  titán;  este individuo era un caporal del Mexicano  y, a su vez,  padre de Chirchir,  mi entrañable amigo, quien en la mesa de mi hermano acababa de hacer relancina y cogía por primera vez la  talla.
_ ¡Claro,   se la pasa en compañía de estos hijos de mala madre…¡ —  berreó el viejo dirigiéndose al hijo, y con ambas espuelas encabritó la bestia, correteando alrededor de  las distintas mesas de juego y lanzando improperios contra  todos los parroquianos.

_ Papá,  tan sólo nos divertimos… es sábado… _ replicó el hijo, sus  manos en posición de  monje budista eran la mayor expresión de sumisión.
_ Lo quiero ver lejos de esos  hijos de puta…, que hasta de los  rebeldes  Indignados serán.
_ ¿Qué le sucede… viejo Castañeda, lo pincharon los alacranes?— le preguntó airado mi vecino el “lavaperros” Isidro Castiblanco. Castañeda lo miró con ojos de ofidio al acecho y le tiró a los pies un verde escupitajo.

_ ¡Calma  muchachos,  está borracho… ¡ — grité, y me dirigí al grupo de jugadores quienes se movían en sus butacas airada e incontroladamente; luego me pasé a la  mesa de mi hermano.

El viejo, llevó el caballo al mostrador y agarró por la brava  una botella de whisky Johnnie Walker apenas comenzada;  se bebió en fondo blanco  más de la mitad y el resto lo derramó desafiante.
CONTINUARÁ.....

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