jueves, 19 de noviembre de 2015

La izquierda a la izquierda por la derecha hacia la nada


Libardo Sánchez Gómez

Colombia parece condenada a pervivir atrapada en una caverna de eterno conflicto     y atraso social,    por un lado   se ha convertido literalmente en una colonia del imperialismo norteamericano,   el imperio dispone a su antojo de los recursos naturales,    toma las decisiones económicas y, aún, las políticas internas vertebrales, como por ejemplo, los acuerdos de paz se deciden  de acuerdo a los intereses geoestratégicos del AMO; mantiene  en el poder una oligarquía vasalla totalmente arrodillada y dispuesta a todo para mantener su hegemonía.  EEUU   dispone de las   bases militares  cuando y en el momento que se le  antoje y obliga a mantener  una hipertrofiada fuerza militar, ¿tal vez, pensando en Venezuela?   Por otro lado en el sector agrario prevalecen las prácticas de tipo   feudal,  día a día mediante el despojo  se acrecientan los latifundios.   A dicha concentración de tierras, ahora,  se le quiere dar visos de legalidad, para eso el gobierno presentó al Congreso el proyecto de Ley que ampara Las Zonas de Interés de Desarrollo Rural, Económico y Social (ZIDRES). Un análisis      del mencionado proyecto realizado por la coalición formada por CODHES, CINEP,  Planeta Paz, Comisión Colombiana de Juristas, Mesa de Incidencia Política de Mujeres Rurales Colombianas; Cumbre Agraria, Campesina, Étnica y Popular; Dignidad Agropecuaria y Oxfam, concluyen que se trata de un “instrumento que legalizaría la acumulación irregular de predios —con antecedentes de baldíos— por parte de empresas nacionales y extranjeras, causando efectos negativos en términos de concentración y expropiación de tierra”.
  
En  el corazón de la modernidad y postmodernidad  coexisten variadas formas de esclavismo, el de  tipo sexual (trata de blancas) el de  las llamadas trabajadoras internas (sirvientas les dicen despectivamente las amas de casa) las cuales son tratadas como en el medio evo. La tercerización laboral extendida hasta  las mismas empresas que, aún, le quedan al estado es otra forma de esclavismo.

Hace  más de seis décadas en Colombia estalló una   más   de las tantas guerras civiles,  que ya hacen parte del folclor colombiano;  esta vez fue protagonizada  por sectores campesinos contra la clase dominante, como única forma de evitar el despojo de sus bienes y parcelas.   Pero dentro  de pocos días, en La Habana, este ciclo armado será historia; probablemente de inmediato se inicie una  nueva era de rebeldía armada.   Por esto en principio se creyó   que Colombia sería el primer país de América en avanzar hacia una sociedad más tranquila e igualitaria, pero como dicen los arrieros “una cosa piensa el burro y otra el que lo enjalma”, la realidad se empeñó en  retener  la historia en  el círculo vicioso de la guerra y el atraso social, político y tecnológico.

Y mientras en Colombia  los fusiles llevaban a cabo   persistente y exitosamente su tarea emancipadora, malograda debido a los recursos financieros, militares y tecnológicos del imperio,  los vecinos latinoamericanos abrían, por las buenas, las puertas al “socialismo del siglo XXI”.   Hace  cuarenta años Chile llevó a la presidencia vía  las urnas  a un presidente socialista; treinta  años atrás nació el  Movimiento de trabajadores rurales sin tierra (MST) en Brasil; Hace 20 años retumbó  el grito zapatista ¡Ya basta! en Chiapas en contra del neoliberalismo y del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN)   Hace 15 años Venezuela celebró  la victoria electoral del comandante  Hugo Chávez en Venezuela, que sería y será un punto de referencia para toda América en la lucha contra el imperialismo. También hay que destacar los triunfos electorales de los gobiernos progresistas, con un discurso marcadamente antiimperialista, del indígena  Evo Morales en Bolivia y de Rafael Correa en Ecuador.   

Claro  que la felicidad duró muy poco,  con el paso del tiempo estos procesos  se han  ido desvaneciendo; desgraciadamente el salto cualitativo dado en Chile prontamente fue dinamitado por el mismo imperio que nos esclaviza.   Hoy chile, con una presidenta supuestamente socialista,    junto a México, Colombia y Perú son utilizados como ariete por los gringos para atacar los procesos integracionistas latinoamericanos  especialmente al MERCOSUR. En  Brasil la derecha, como en toda partes, es asesina,    el 26 de enero de 2013 fue acribillado uno de los líderes del MST, Cícero Guedes do Santos en la localidad Campos dos Goytacazes. La  violencia  estatal, también,   se hizo ver con la Masacre de Eldorado dos Carajás donde murieron en el acto 19 campesinos del MST ametrallados por la Policía Militar (PM).  Posteriormente el MST  vio la oportunidad de acceder al poder a través del apoyo  político al Partido de los  Trabajadores PT en 2005, para la reelección de Ignacio Lula Da Silva.  En la actualidad Dilma Rousseff   bracea con dificultad para mantenerse a flote. La tibieza e indecisión de la izquierda brasileña tiene a la derecha a las puertas de la retoma del poder.  En   el  caso venezolano el triunfo del Comandante Chávez fue emblemático por lo que representó para la liberación e integración de América. Pero hoy  su sucesor, ungido por el mismo  Chávez, Nicolás  Maduro,  sin haber avanzado un metro hacia el pregonado “socialismo del siglo XXI”,  está a un zarpazo de la derecha y del imperio. En Ecuador el presidente Rafael Correa recula en busca del FMI,  y en Bolivia Evo Morales avanza sin una brújula que le muestre  donde  está lo que anda buscando.

¿Qué pasó? ¿Qué ha llevado al desgaste de estos, que se auguraban exitosos movimientos sociopolíticos emancipatorios pacifistas? Para Franck Gaudichaud (Revista Memoria – México. 2015) “…estos procesos políticos parecen topar ante grandes problemáticas endógenas, fuertes poderes fácticos conservadores (nacionales como también globales) y no pocas indefiniciones o dilemas estratégicos no resueltos”. Para ampliar el análisis, hay que decir que estos movimientos político sociales, que lograron acceder al poder mediante el voto, tuvieron en su génesis   bases rebeldes  sólidas, pues fueron gestados y paridos por  los sectores populares al calor de las luchas en las calles, en los campos, dentro de las empresas, en las universidades,  contra las clases dominantes.   ¿En qué momento comienza el punto de inflexión que los hace retroceder? Se observa que estos movimientos anti sistema progresan hasta tanto la dirección no se sale de las propias manos de las  bases populares.  También se observa, como  patrón, que mientras las bases rebeladas o en rebelión ejercen al interior un manejo transversal   avanzan exitosamente en la consecución de sus metas. Una  vez ceden el manejo a un caudillo mesiánico la administración se jerarquiza de manera totalmente vertical y el impulso dialéctico transformador  se ralentiza;  paulatinamente las bases, que  les fabricaron las alas, van siendo relegadas  hasta el momento en  que ya no son escuchadas.

Es palpable que mientras los movimientos sociales se están gestando establecen y conservan una línea política, que apunta  a la destrucción del viejo modelo socioeconómico (capitalismo) e, invariablemente,   son de corte revolucionario de tipo marxista; y, como se dijo atrás, la dirección  transversal  responde a los intereses de las mayorías;  pero a medida que crecen en   capacidad de convocatoria, también,  van creciendo los destructivos intereses personales.  Los más vivos se apropian de los movimientos, nombran unas camarillas para que les secunden  en la prosecución de sus propios intereses;  con el paso del tiempo van girando a la derecha, se apropian de los recursos colectivos   convirtiéndose  en ostentosas burocracias de “izquierda”, que desde luego no van a querer limitar  la acumulación  de la riqueza. Finalmente terminan emitiendo  ucases, que los distancias definitivamente de las masas y de los fines revolucionarios  inicialmente perseguidos.         

En  Venezuela, donde se creía que el “socialismo  del siglo XXI” remplazaría prontamente al capitalismo globalizador, el pueblo terminó  creyendo  que es lo mismo un modelo que otro.  Y da  la impresión que al gobierno no le importa       el reiterado  respaldo popular,  ¿no entiende que        el mandato es   para limitar la acumulación de riqueza por parte de los particulares así como para  acabar con los privilegios, que generan la desigualdad social?  Pero la paciencia tiene límites, si los  gobiernos llamados de  izquierda no se montan en el tren de las transformaciones,  el pueblo terminará  subido en la locomotora de la derecha, es fácil que le endulcen el oído.

En los países latinoamericanos llamados de izquierda el socialismo termina en una que otra nacionalización de empresas, sobre todo    las relacionadas con  el petróleo, y algunas necesarias   medidas de tipo social.   Pero por otro lado el neoliberalismo sigue campante; sectores claves de la economía e, incluso, los servicios públicos son manejados por los particulares, por ejemplo, la salud y los jugosos fondos de pensiones.

Cualquier   observador desprevenido diría que se confunde socialismo  con  asistencialismo. Claro que es  muy loable  la   ayuda  a las personas en situación de pobreza, que son la mayoría del pueblo; precisamente los  programas de asistencia social han hecho la diferencia con la burguesía tradicional. El pueblo en general se ha visto beneficiado con  salud de calidad gratuita, también existe  gratuidad en la educación en todos los niveles;  todos los nacionales tienen derecho a un bono de artículos básicos (lo más parecido a una canasta básica); la seguridad social es general,     quien llegue a los sesenta años disfruta de una pensión vitalicia. Algo parecido, pero en menor grado,  ocurre en los demás  países latinoamericanos considerados progresistas; y si se compara el socialismo a la latinoamericana (excepto el chileno que ni asistencialismo otorga) con el europeo, como el de España y  Francia,   acá es más radical.  Estas medidas populistas   sin duda constituyen  el aglutinante que, aún, mantiene  a  Maduro pegado al solio presidencial.

Fatalmente, los llamados gobiernos progresistas ya están condenados a desaparecer. No está en su esencia desmontar el caudillismo y las camarillas corruptas que se han montado a su alrededor. Mientras perduren gravitarán alrededor del sueño socialista reproduciendo el capital. Y si  los movimientos  de izquierda no caminan por la izquierda tarde o temprano terminarán a la vera del camino añorando espejismos inalcanzables.   

A  la destrucción del capitalismo no sólo apuntan los marxistas sino personajes como el papa Francisco, quien llama “hacer una revolución contra el capitalismo”, también convocan a lo mismo el científico Stephen Hawking, quien ha hablado sobre “…los catastróficos efectos que el capitalismo puede generar como motor de la caída humana”. Y en la misma dirección apunta el magnate Bill Gates, en una entrevista   a The Atlantic describió al sector privado como “ineptos en general e incapaces de hacer frente a la crisis climática debido a su enfoque en las ganancias a corto plazo y los beneficios máximos”.  

Como conclusión, los sectores populares, que aspiren a ser protagonistas de su propia historia, tendrán que tener en cuenta que son las bases, con una dirección absolutamente transversal, las llamadas a conquistar y mantener el poder.     Y tendrán  que seguir una línea revolucionaria que, sin temor, apunte a la destrucción del modo de producción capitalista,  recurriendo para ello  a la combinación de todas las formas de lucha.

















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