jueves, 14 de enero de 2016

Identificando al enemigo interno

Libardo Sánchez Gómez*

En el hombre como en los demás   animales el miedo es la constante;   miedo a las enfermedades, a los depredadores, a los microorganismos, pero principalmente, no sin fundamento,  a los otros hombres.  El miedo es el eje de la dominación por parte de las clases hegemónicas, a nombre de éste se explotan las masas y prósperos países son  invadidos y  convertidos en estados fallidos.

El  capital corporativo, ente rector mundial,   teme de manera enfermiza  al comunismo por ser, según éste, una “fuerza desordenadora del orden interno”,  y es el enemigo universal por excelencia el cual amenaza “la seguridad colectiva de los estados”.    Amenaza  que ha dado origen a “la doctrina de la seguridad nacional”  la cual, a su vez,  se ha convertido en el centro del accionar de los ejércitos.

La concepción del enemigo interno   se ha instaurado en la conciencia colectiva con un enfoque terrorífico. Y se ha venido instrumentando paulatinamente   un proceso de adoctrinamiento ideológico y político en  la población pobre, fortalecido por la situación de dependencia estructural   del imperio norteamericano, el cual quiere evitar a toda costa la proliferación de gobiernos socialistas. Se ha grabado en la conciencia colectiva la idea de que es comunista quien se opone a las políticas de la clase dominante y, a su vez,  ser comunista es ser terrorista.  Así mismo,   los  máximos representantes del comunismo internacional, así no sepan qué es eso,  son los  campesinos reclamantes de tierras, los sindicalistas, los defensores de derechos humanos y, por supuesto, los alzados en armas;   y estos  representantes del “ente maligno”     son los causantes de la violencia, el hambre y la pobreza que  les  azota a ellos mismos y  al 99% del resto de sus congéneres.  

 El imperio gringo, además del comunismo,    idea diversos   “enemigos internos” según sus conveniencias geoestratégicas de dominación global;   por ejemplo, creó el  Estado Islámico EI;   El llamado Estado Islámico es   la  típica creación norteamericana de un “enemigo universal”. Investigadores  de la universidad de Copenhague sostienen que   el “auto ataque”  a las Torres Gemelas “sirvió para crear el odio contra los árabes y fomentar las guerras estadounidenses por el petróleo y la hegemonía israelí en el Medio Oriente”.  

Las fuerzas militares están   hechas  para liberar a las clases hegemónicas de cualquier enemigo; al ostentar el poder,    por derecho propio,  disfrutan   del monopolio   de las armas.  Magda Alicia Ahumada P, dice que “…La fuerza como una concepción general se argumenta desde la visión de mantener y proteger a los estados frente a un enemigo o enemigos que intenten fracturar y romper la naturalidad de su existencia” (EL ENEMIGO INTERNO EN COLOMBIA, 2007)  Disentir   del  establishment es “terrorismo” que atenta contra el orden social natural, que otorga   privilegios a  los “elegidos”.  

 Por otro lado, en   los países colonizados,  como Colombia,  los problemas sociales son un asunto de orden público y de competencia exclusiva de los militares, quienes, además, están influenciados por la ideología anticomunista.  A la fuerza pública se le ha grabado hasta en los  músculos que el comunismo estimula la subversión.  Y, como  dentro  del seno de las sociedades bajo el modo de producción capitalista las contradicciones son una olla a presión a punto de estallar, ahí están   soldados y policías, evitando   que salte la tapa. Eso explica la violación permanente de los derechos humanos por parte de los militares.


La burguesía lleva en sus genes el temor al comunismo; sus privilegios viven en constante amenaza. El comunismo corresponde a una visión concreta de la realidad social; ve a la sociedad como un cuerpo vivo sometido a   evolución continua.   Nada en el universo está inmóvil, las sociedades tampoco, estas avanzan inexorablemente hacia formas menos antagónicas.   La burguesía es consciente de que debe evitar que  el pueblo  adquiriera  conciencia de clase, pues el día que lo haga les arrebata los privilegios.  Entonces,  harán hasta lo inimaginable para lavarle a la gente  mente y conciencia, y así prolongarán   su existencia, y con ella la agonía de casi toda la humanidad.

En Venezuela, con el comandante Hugo Chávez,  nació  un formidable enemigo, el llamado  Socialismo del siglo XXI, e  iba metiendo miedo a la oligarquía transnacional.  Y aunque  la amenaza fue de forma y no de fondo,   pues la oligarquía no perdió sus riquezas sólo parte de sus privilegios, el imperio dirigió todas sus baterías en ayuda de la burguesía local desplazada del poder.  El pueblo vive en medio de la disputa a muerte por el poder entre  la oligarquía tradicional (oposición) y aquellos burócratas,  que gracias al poder otorgado por el pueblo y a la corrupción, se convirtieron en los nuevos burgueses. La diferencia entre unos y otros está en que los tradicionales dependen del imperio y los nuevos (socialistas del siglo XXI) mantienen un discurso antiimperialista. La otra diferencia está en el enfoque, los tradicionales defienden el capitalismo clásico o salvaje (neoliberalismo) y los otros son de corte Keynesiano  (rostro humano, gracias a una mayor intervención del Estado) Y así las cosas la pobrería  no sabe para cual lado coger. No obstante, las bases chavistas  han venido adquiriendo alta conciencia de clase, y han aprendido a identificar al enemigo  de clase. Por eso les  da lo mismo votar por el PSUV o por la MUD.

En todo el largo proceso de la Revolución Bolivariana, el pueblo no sólo   aprendió a identificar a sus enemigos sino que asimiló dos cosas fundamentales, por una lado  que no puede ceder la dirección del movimiento popular a caudillo alguno, que por el contrario debe conservarla en sus manos de manera comunal; por otra lado le quedó claro que no es a través de las urnas que puede acceder y conservar el poder, serán las armas las que le otorgarán la libertad. Las transformaciones sociales, como el cambio de cualquier paradigma, no se logran de manera pacífica, y  no solo lo dijo Marx sino el mismo Van Pope.  Basta recordar la sentencia de Marx,        “ …Una revolución es, indudablemente, la cosa más autoritaria que existe; es el acto por medio del cual una parte de la población impone su voluntad a la otra parte por medio de fusiles, bayonetas y cañones, medios autoritarios si los hay; y el partido victorioso, si no quiere haber luchado en vano, tiene que mantener este dominio por el terror que sus armas inspiran a los reaccionarios”.

En Colombia también se vive una situación social candente,  a pesar de la probable entrega del movimiento guerrillero la lucha de clases (expresada en una prolongada guerra civil)  sigue in crescendo.  Lamentablemente  las bases populares, también,   van por un lado y la cúpula  por otro.  Si bien la insurgencia no fue vencida en el campo de batalla viene siendo conquistada por la oligarquía, por decir lo menos, sin pena ni gloria en la Habana en la llamada Mesa de diálogos.  No obstante,  la oligarquía no puede cantar victoria, quedarán  intactas   la mayoría de la guerrillerada de base  y gran cantidad cuadros (comunistas clandestinos) políticamente educados con una gran conciencia de clase.    Estos  serán los encargados de continuar   llevando en alto la  bandera   que ahora la cúpula guerrillera quiere arriar.

El desarrollo dialéctico de las contradicciones en el seno de la desigual sociedad colombiana no parará con la entrega de un grupo de alzados en armas.  Además, será un asunto de instinto de conservación,  pues mientras los alzados en armas están instrumentando la entrega de estas, la oligarquía empresarial y terrateniente incrementa el rearme de miles de mercenarios (paramilitares)  para borrar de la faz de la tierra a los   guerreros desarmados.    


La nueva etapa de la confrontación entre enemigos de clase en Colombia será aún más intensa y cruenta que la hasta ahora conocida, y contará con la participación de movimientos populares con más conciencia social.  Así lo evidencia  Cristian Camilo Barrera  (El 2016 en Colombia, ¿el año de la paz y de la crisis económica?) “Resulta evidente la dinámica ascendente de la movilización popular en el país a partir de la Minga indígena del 2008, y en la actualidad, con la existencia de organizaciones sociales diversas de tipo campesino, afro, indígena, de mujeres, juveniles y urbanas el campo popular se ha ampliado, diversificado y fortalecido. Actores relevantes como la cumbre agraria étnica campesina y popular proyectan el 2016 como un año para la movilización y como un año determinante en las luchas de los sectores sociales que también están proyectando sus apuestas de paz en Colombia”. ¿Tendremos que afrontar   otros cincuenta años  de confrontación armada para lograr la  liberación definitiva?

*DMV. U Nacional de Colombia. MSc. Economía. PU. Javeriana. Esp. NAS. Profesor universitario.

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