miércoles, 11 de mayo de 2016

¿Final sin final en La Habana?


            *Libardo Sánchez Gómez

 ¿Estaban las FARC suficientemente preparadas estratégicamente,  para enfrentar  con éxito los  términos de una negociación  sobre paz con justicia social (remoción de los desequilibrios sociales y políticos que condujeron a su alzamiento en armas) y, de paso, para  terminar  la prolongada guerra civil?   Sectores  populares, sobre todo  aquellos en los que la guerra ha zumbado sobre  sus moradas, han percibido cierta debilidad   de las FARC a la hora de plantear líneas rojas, como lo hace el régimen,  en la Mesa de conversaciones en la Habana. Lo que los voceros insurgentes llaman gestos de paz, como el cese de fuego unilateral y el desminado, son vistos tanto por sus aliados como por la contraparte como mensajes de debilidad.  ¿Locura o debilidad renunciar, sin haber terminado la guerra, a la protección que otorga el minado?  Como van las cosas  existe  el  pleno convencimiento de que, al final de la negociación,    el sufrimiento de quienes han llevado en sus hombros el fardo de la guerra será, aún, mayor, pues los verdugos de siempre tendrán la  vía despejada  para ejecutar sus habituales prácticas de horror.

  Es claro que en una Mesa de diálogos, y más en el exterior, no se puede pactar el salto cualitativo de un medio de producción, así sea nefasto no sólo para los colombianos sino para toda la humanidad, como es el capitalismo hacia el socialismo, pues eso lo tiene que hacer la sociedad en su conjunto; pero  aceptar no dialogar sobre transformaciones sociales y políticas, dentro del propio modelo,  que permitan, entre otros,  democratizar la tenencia de la tierra y el acceso universal a la educación, salud y seguridad social,  convierte en estériles los términos de cualquier negociación. Sólo deja traslucir un desmedido afán  por parte de los insurgentes por dejar las armas. Los halcones negociadores del régimen santista  desde el principio de los diálogos percibieron tal  afán y, además,  palparon el “corazón de pollito” del cardiólogo Timochenco  por lo que han  aprovechado al máximo  tal situación para   imponer a su antojo  los términos (líneas rojas)  en los que deben claudicar los guerreros.

La actitud  de la comandancia actual no se corresponde con la sagacidad histórica y capacidad estratégica de la agrupación, demostradas por más de cincuenta años a la hora de enfrentar militar y políticamente al régimen. Cómo hacen falta el comandante  Marulanda y el inigualable  Jacobo Arenas.  Estos talentosos insurgentes no contemplarían entregar, como ahora se avizora,  el movimiento por un plato de lentejas.  ¿Su desaparición conllevó la pérdida del Norte de la agrupación armada? ¿Sus sucesores no han tenido la estatura, que se requiere para dirigir una guerra asimétrica contra un enemigo tan poderoso,  dirigido por el propio ejército imperial?  La búsqueda desaforada e imprudente del comandante Alfonso Cano de una salida negociada del conflicto,   pensando ilusoriamente en que  la oligarquía estaría dispuesta a negociar algo de sus privilegios, le costó la vida.  Ahora es el comandante Timochenco quien  lanza la tropa tras un ilusorio acuerdo  que los saque de la selva y los lleve a la ciudad cerca de las puertas del Palacio de Nariño; da la impresión que el máximo comandante lanza la soga de la paz con las ansias que la lanzaría aquel que se está ahogando.

No hay que olvidar que la oligarquía accede a dialogar sobre salidas negociadas al conflicto interno, solamente si los diálogos le sirven como un paréntesis estratégico para mejorar su posición  dentro del desarrollo de la guerra. En el caso del Caguán Pastrana llamó a Manuel Marulanda a negociar porque la guerrilla en aquel entonces tenía acorraladas a las tropas regulares. El Plan Colombia les permitió apuntalar la reingeniería militar,  terminada ésta dieron por finiquitadas dichas conversaciones. ¿Qué   pretende el régimen de Santos ahora? El Plan Colombia ya cumplió su cometido, y aunque no logró la derrota militar de los insurgentes por lo menos los tiene conversando, eso dice el régimen, en un estéril diálogo de sordos en la Habana. El ajedrecista Santos, probablemente, con su jugada maestra intenta darle  jaque mate a las FARC sin necesidad de echarles tiros, para ello junto con el imperio  han hecho virar el Plan Colombia   hacia el   “novedoso” Plan  Paz Colombia. ¿Qué se busca? Simplemente  que las guerrillas bajen el tono muscular para ir copando los espacios con su ejército de mercenarios.  Diversos informes  advierten que los paramilitares matan y desplazan campesinos, sin contención alguna, en los territorios donde  antes las FARC estaban activas.  Para nadie es un secreto que el fortalecimiento del paramilitarismo es un hecho.  La captura de algunos de sus elementos no son más que pantomimas de Santos.

Tampoco hay que dejar de lado que la concepción del “enemigo interno” es una pauta impuesta por el imperio a la vasalla oligarquía criolla. A las FARC armada se le aplica el Plan Colombia y a las FARC sin armas se le aplicará el Plan Paz Colombia. Así que una vez comience el eufemísticamente llamado “postconflicto” la hecatombe de las FARC  será un hecho; y lo que le ocurrió a la Unión Patriótica será apenas un pálido reflejo de lo que les espera a los guerrilleros desarmados.


Claro que no hay que adelantarnos a los hechos, pues probablemente el punto final de las conversaciones entre el pueblo en armas y la oligarquía no se coloque  al final de la  presagiada hecatombe. La FARC se han convencido plenamente de que la oligarquía no tiene una mínima vocación de paz, la propuesta de buscar una salida negociada al conflicto no fue más que una ventolera reeleccionista de Santos. También saben que tanto al imperio como a la oligarquía vasalla sólo les interesa la claudicación incondicional de las guerrillas.  Los últimos hechos de guerra parecen anticipar una excusa para una abrupta terminación de los diálogos. Santos por un lado  anunció que cualquier acto de guerra contra un elemento de la oligarquía y, por otro,  las FARC advirtieron que con el asesinato de uno de sus guerreros  se dará punto final a las conversaciones sobre la tan anhelada paz.  Amanecerá y veremos.

*DMV. U Nacional de Colombia. MSc. Economía. PU. Javeriana. Esp. NAS. Profesor universitario.

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