lunes, 18 de agosto de 2014

Colombia: “No se puede seguir instrumentalizando, ni manipulando de manera utilitarista y simplista, el concepto de la paz”, Jesús Santrich


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Fernanda Sánchez Jaramillo
Especial para La Pluma. Por: Fernanda Sánchez Jaramillo, periodista, maestra en relaciones internacionales y trabajadora comunitaria. Colaboradora de La Pluma
Entrevista a los Comandantes Jesús Santrich, Andrés París y Rubèn Zamora miembros y voceros de la delegación de paz de las Farc-EP sobre Comisión de la Verdad, Foros de Víctimas, y Medios de Comunicación y Paz
Parte 1 de 3
               Jesus-Santrich     Andres Paris     Ruben Zamora
                        Jesús Santrich                             Andrés París                         Rubén Zamora
FSJ: ¿Por qué exigen que la Comisión de la Verdad se remonte al año 1936, tiempo de reformas a la Constitución, y de intentos de cambios progresistas en nuestro país por parte de un gobierno liberal, que incluía conceptos como “orden moral”, en lugar de “moral cristiana”, y el entendimiento de la propiedad con una función social, entre otras medidas que no pudieron ser aplicadas?
Jesús Santrich:
Al abordar las discusiones del tema “Víctimas” hemos hablado de dos instrumentos diferenciados en lo que concierne al asunto de la búsqueda de la verdad: uno es la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas y el otro la Comisión de la Verdad. Ambas comisiones son herramientas para el esclarecimiento de los orígenes, causas y consecuencias de la confrontación. Entonces, en este momento te hablaría de la primera porque solamente sobre esa es que hemos hecho ya algunos acuerdos que son públicos y que tiene que ver con su composición, propósitos, mandato, etc. Sobre lo que sería una Comisión de la Verdad aún no hemos avanzado definiciones.
Sobre la Comisión Histórica del Conflicto lo que podemos decir es que uno de los objetivos centrales es darle un contexto histórico a la confrontación política, social y armada que permitan establecer bases sólidas para la definición de la verdad y las responsabilidades.
Baldio1En el fondo del conflicto el problema de la tenencia y uso de la tierra es fundamental. Existen coincidencias teóricas serias y documentadas de especialistas, que indican que hasta los años treinta del siglo pasado se acentuó en el país una feria de baldíos generando una estructura “bipolar” latifundio-minifundio que configuró un antagonismo profundo entre terratenientes y desposeídos. Baldio2La mayoría de ellos población campesina, indígena y afrodescendiente, todos empobrecidos a los que nunca se les resolvió su situación. En esta época de pre-modernidad se hunden las raíces de la guerra que padecemos, por eso el marco temporal lo extendemos a la primera mitad del siglo XX, pues la guerra no inició con el surgimiento de las FARC ni de ninguna otra guerrilla, sino que su génesis está en la violencia de acumulación capitalista que desató el régimen.
Marmato incrustado en la montaña. Foto Alvaro Lopera
Marmato incrustado en la montaña. Foto Alvaro Lopera

Nosotros hemos planteado que entre los años 30 y 70, el conflicto por la tierra está marcado por la violencia política y en ésta se acentúa el conflicto partidista liberal-conservador el cual, en gran medida, giró en torno al despojo de la tierra y destierro de la población rural. Este fenómeno es factor causal primordial del surgimiento del movimiento de resistencia armada que se convierte en guerrilla.
Te refieres con cierta razón al tiempo de reformas a la Constitución, y de intentos de cambios progresistas del gobierno liberal de López Pumarejo. Desde las políticas públicas de este presidente se intentaron emprendimientos de superación de lo que se consideraba era una estructura agraria atrasada. Ahí surgió la Ley 200 de 1936 como intento de modernización del campo y algo similar puede decirse de la Ley 131 de 1961.
campesino1Fueron intentos por lograr la modernización productiva del país. Quizás por eso algunos estudiosos llaman esa etapa del 30 al 70 “período de transición”. El propósito de estas decisiones era también calmar la inconformidad del movimiento campesino, pero esos intentos no tocaban el gran latifundio y exacerbaron la “geofagia” de la aristocracia criolla.
campesinosEn materia de tierra, lo que a la gente humilde se le entregó fueron baldíos, con alta fragmentación de la tierra, pero lejos de los valles productivos interandinos. No se resolvió nada, la desigualdad y la miseria crecieron y la confrontación se profundizó.
Es necesario señalar que contrario a lo que se pretende posicionar en cuanto a que los problemas de violencia son causados por la existencia de la guerrilla en Colombia, la guerilla surgió como consecuencia de aquella, de la opresión y el despojo a que las élites han sometido a la población.
prensaEn gran medida las raíces del fenómeno las podemos apreciar estudiando hechos terribles, incluso previos al año 1930, como la masacre de las bananeras de 1928, la legislación represiva que se impuso en aquellos tiempos, adefesios como la Ley Heroica que estableció el delito de opinión, las circunstancias en que por entonces fue ilegalizado el Partido Socialista Revolucionario; un poco antes, el aplastamiento del movimiento de protesta del 14 de enero de 1927 contra los trabajadores de la Tropical oil Company y de la Andian Nacional Corporation en Barrancabermeja, donde fueron asesinados 15 trabajadores, etc. Así se puede mostrar mejor de dónde viene esta confrontación a la que mucha gente solamente le cuenta el medio siglo de existencia de las FARC como obligada forma de resistencia popular armada.
Convocatoria Barranca
Convocatoria frente a la sindical obrera. El Centro, Barrancabermeja.
En este drama, la sumisión a los enclaves extranjeros por parte del régimen colombiano y el tratamiento brutal a los trabajadores nacionales ha sido una constante que se extiende hasta los hoy cuando la re-primarización de la economía y la entrega a los intereses trasnacionales vienen acompañados de la muerte y la zozobra que entraña el terrorismo de Estado.
FSJ: ¿Cuando ustedes hablan de completar el cuadro de los horrores de la violencia a qué otros actores se refieren, a qué otras verdades y hasta dónde quieren llegar?
Andrés París:
Empecemos por cuestionar la terminología acuñada por semiólogos y lingüistas para referenciar el tema de las víctimas en los conflictos armados con cierto sesgo que beneficia siempre a los “amos” del poder económico en el mundo.
Tras el llamado pensamiento único y el fin de la historia, laboratorios políticos y lingüísticos para la fábrica del pensamiento neoliberal han entregado nuevas acepciones intentando describir las viejas políticas, que sembraron de violencia y horror a la humanidad, de manera tal que beneficien sus intereses.
Por ejemplo, los llamados “actores de la violencia”. Con esta frase se centra el problema de la guerra como si se tratara de un asunto entre protagonistas armados o dos bandos, ocultando hasta donde más caben la responsabilidad de los Estados, el peso de sus políticas económicas, la responsabilidad de los políticos, que por constitución ejercen el poder y son la instancia legal de las decisiones que tienen que ver con la guerra y la paz, y la responsabilidad de otros sujetos activos en la instigación del conflicto, como es el caso de la gran prensa en la que múltiples elementos de este campo han ayudado a desinformar, a manipular la conciencia nacional y aniquilar la verdad.
Igual ocurre con ciertos personajes de la Iglesia que han incendiado el país desde los púlpitos, convirtiéndose en “actores” con la misma responsabilidad que pudieran tener también los directorios de partidos políticos, como el liberal y el conservador, y el empresariado que ayudó a financiar el paramilitarismo. De todas maneras, algo que está suficientemente claro, aparte de la responsabilidad que tenga cada uno de estos protagonistas de la confrontación es que, poniendo el análisis al derecho, la imputación principal de la violencia y de la guerra de exterminio que ha vivido nuestro país en más de 60 años le cabe al Estado colombiano.
FSJ: ¿Qué tipo de elementos y estrategias incluiría esta Comisión para que las verdades y memorias allí recogidas sean diversas y más incluyentes que la memoria institucional producida hasta el momento por el Estado?
Jesús Santrich:
En cada punto que hemos abordado, las FARC-EP han presentado visiones globales de los problemas a tratar, y al mismo tiempo, hemos expuesto nuestras posiciones alrededor de la situación de crisis económica, política y social que padece el país, incluyendo de manera especial la profunda crisis humanitaria que han generado la guerra sucia y el “terrorismo de Estado”, como factores causales de la confrontación.
Hemos indicado con argumentos irrebatibles que en el Estado radica la máxima responsabilidad en lo que concierne al surgimiento y permanencia del conflicto y sus consecuencias.
Esto implica que el análisis y las soluciones para el punto quinto sobre Víctimas, que contempla los sub puntos sobre derechos humanos y verdad, se asumen, de nuestra parte, desde el plano estructural, desentrañando los orígenes más profundos y efectos. Esto para diseñar desenlaces que satisfagan al conjunto de la población que ha sido golpeada y que, mayoritariamente, compromete a los sectores más empobrecidos y humildes de la nación.
Por eso es que, nuestro enfoque, en cuanto a temporalidad busca ir al menos hasta los años treinta del siglo pasado, en el propósito de mostrar cómo en el fondo del conflicto hay causas de orden económico, muy ligadas al problema de la tenencia, la propiedad y el uso de la tierra, que en últimas alcanzan una dimensión territorial, de factor de poder, de elemento esencial de la confrontación de clases.
La memoria institucional tiende a pasar por alto estos aspectos de orden estructural de la violencia y de la confrontación, enmascara o deja en las tinieblas la principal responsabilidad del Estado y del bloque de poder gobernante en el que están los partidos tradicionales o protagonistas de mucha incidencia como son quienes manejan los hilos de la economía nacional, pero sí ponen de relieve y en primer plano, datos e interpretaciones falseadas, las responsabilidades de quienes han tenido que resistir a la violencia.
A estos los colocan en el plano de grupos armados organizados al margen de la ley, y dentro de esa conceptualización maniquea de la lucha antiterrorista, los descalifican, los estigmatizan y montan en el cadalso mortal de la opinión pública manipulada.
Nuestra estrategia radica en la recuperación de la verdad. Al contrario de lo que se pretende posicionar en cuanto a que los problemas de violencia son causados por la existencia de la guerrilla en Colombia, urge esclarecer que ésta ha surgido como consecuencia de aquella, de la opresión y el despojo a que las élites han sometido a la población.
Para encontrar la verdad y acertar con las soluciones se requiere consultar con el pasado, a partir de unos soportes de trabajo serios y responsables. Por eso, entre los instrumentos necesarios para seguir esa estrategia de búsqueda de la verdad insistimos mucho en la definición de unos principios. Estos están consignados en lo que publicamos en acuerdo con el gobierno como “Declaración de principios para la discusión del punto 5 de la Agenda: Víctimas” que en síntesis es una reiteración detallada del compromiso de respeto de los derechos humanos en todos los confines del territorio nacional, reivindicando su pleno cumplimiento y dimensión.
Y se reitera además, con mucho énfasis, el compromiso de reconocimiento, respeto y resarcimiento a las víctimas de violaciones a los derechos humanos e infracciones al Derecho Internacional Humanitario o que sean víctimas del conflicto en general.
Esta declaración debe guiar cualquier acción e iniciativa que se realice en desarrollo del quinto punto, y de todos los puntos que están pendientes por definirse en la discusión del Acuerdo General de la Habana, y apunta especialmente a que se dé el esclarecimiento de la verdad sobre lo sucedido a lo largo del conflicto, incluyendo sus múltiples causas, orígenes y efectos, en el camino de satisfacer los derechos de las víctimas, y de la sociedad en general.
Es importante indicar que cuando en lo que hemos acordado se habla de resarcimiento, existe el compromiso de atender, también, a los principios de universalidad, igualdad y progresividad, sin pasar por alto las vulneraciones que en razón del conflicto hubieran tenido los derechos económicos, sociales y culturales.
Un segundo instrumento es la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, el tercero es el de la Comisión de la Verdad; ambos destinados a que el esclarecimiento de los hechos de la confrontación no se deje para después sino que inicie desde ya.
Están también los foros que se realizaron en Villavicencio, Barrancabermeja, Barranquilla y Cali, alrededor de los cuales infortunadamente hubo mucha manipulación mediática que en vez de abogar por el entendimiento alimentó la vindicta y se harán las audiencias con la víctimas en La Habana, ya se dio la primera, que deben dotarnos de insumos para profundizar en la búsqueda de soluciones y caminos de reconciliación.
Finalmente presentaremos un marco conceptual desde nuestra visión para tener herramientas interpretativas suficientes y un preciso listado de propuestas mínimas entre las que estará nuestra propuesta de Comisión de la Verdad y nuestras ideas en torno a lo que debe ser el proceso de transición hacia la paz justa, desechando cualquier intento de que el Estado se nos convierta en juez y parte o en sujeto omnipotente que imponga los mecanismos de refrendación.
Subrayamos en que con el trabajo de la Comisión Histórica, definitivamente comienza el esclarecimiento de la verdad, que es una tarea que aspiramos complete con detalle un poco más adelanta la Comisión de la Verdad.
FSJ: ¿Cuándo se instalará la comisión de esclarecimiento de las causas y responsabilidades del conflicto, qué avances hay en ese tema?
Jesús Santrich:
Lo que se tiene previsto es que el 21 de agosto, se instalará formalmente la Comisión Histórica del Conflicto. La Comisión Histórica será un instrumento fundamental para el proceso de esclarecimiento de orígenes, causas y consecuencias del conflicto que antecede a la Comisión de la Verdad y tiene la particularidad de que comenzará su trabajo este mismo mes y en concomitancia con el trabajo que las Delegaciones harán en la Mesa.
Este grupo de doce expertos, que harán su primera presentación en La Habana, están facultados también para orientar y contribuir a la discusión del punto sobre víctimas.
Sobre esta comisión hay acordado un mandato, con propósitos y procedimientos de trabajo que operarán durante cuatro meses a partir de la instalación, lo cual quiere decir que a finales de diciembre tendremos el resultado de sus estudios y conclusiones.
La Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas proporcionará el contexto histórico que permita un entendimiento de la confrontación, apegado a la verdad e indicando responsabilidades, no individuales, sino de orden político. Con el trabajo de esta Comisión comienza el esclarecimiento de la verdad que es una tarea que aspiramos complete con detalle un poco más adelanta la Comisión de la Verdad.
FSJ: En su carta al “nuevo” Congreso ustedes hablan de la firma de un Tratado de Paz cuando se firmen los acuerdos. ¿Cómo visualizan ese tratado y cómo se puede llegar a la paz sin reformas estructurales?
Jesús Santrich:
No hay paz justa sin reformas estructurales. Por eso hablamos de la necesidad de firmar un “Tratado de paz”, pues el acuerdo al que lleguemos debe concluir la guerra y esto implica poner fin a las causas que la generaron, adecuando soluciones expuestas de manera clara, integral, objetiva y ordenada con garantías -y no simples promesas, sobre los asuntos de la vida nacional que están comprendidos en el Acuerdo General de La Habana y su Agenda- que tienen que ver con la superación de la miseria, la desigualdad y la carencia de democracia, fuentes principales de la victimización a la cual la plutocrática clase gobernantes ha sometido a las mayorías.
La importancia de un instrumento de esta naturaleza es tal, que por eso hemos insistido en que la población tenga la mayor participación en su construcción. Esto ha sido muy difícil porque cuando pedimos la presencia de delegaciones populares y de partidos y movimientos sociales para hablar en La Habana hubo amenazas de judicialización contra la gente.
Trasladarse a Cuba lo estaban convirtiendo en un delito. Solamente ahora se ha logrado que para el desarrollo del punto quinto las víctimas del conflicto estén presentes en la Mesa de Conversaciones.
Esta misma mecánica debió ocurrir en las discusiones de los puntos anteriores. Ojalá que la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente permita resolver este importante aspecto de la participación ciudadana como factor fundamental en la construcción de la paz.
Volviendo al aspecto de los cambios estructurales, debo decir que la conquista de la paz no será posible si no hay cambios de fondo en materia económica y política. Estos cambios obligan a poner fin al neoliberalismo, a partir del establecimiento de la democracia y la materialización progresiva de la justicia social. No se puede seguir instrumentalizando, ni manipulando de manera utilitarista y simplista, el concepto de la paz, pretendiendo instalar en el imaginario colectivo la idea según la cual la paz es el desarme de la insurgencia.
El sendero cierto de la reconciliación inicia con el reconocimiento de los derechos plenos de la gente y la realización de las transformaciones sociales que el pueblo reclama en las calles. En este sentido, el gobierno no puede seguir repitiendo su perorata guerrerista opuesta al desescalamiento de la confrontación que le exigen las mayorías, ni negarse a poner en marcha desde ahora las soluciones a las exigencias urgentes de las comunidades.
No es nada coherente con un discurso de paz seguir despilfarrando los recursos nacionales en el fortalecimiento bélico, o continuar con el proceso de reprimarización de la economía, en su degeneración extractivista y en el incremento de la dinámica especulativa del capital financiero, etc que hunden la soberanía y entregan el país a las trasnacionales.
Sin cambios estructurales seguramente no habría campo para la firma del anhelado Acuerdo Final, sencillamente porque un compromiso de paz verdadera va más allá de su referencia a la finalización del conflicto armado. Un compromiso de paz verdadera se da cuando con determinación y celeridad se ponen en marcha soluciones los problemas de los que deriva el conflicto en todas sus dimensiones. Esto es, se ponen en marcha los cambios de las condiciones estructurales que atizan la lucha social, desistiendo del militarismo y del engaño torpe que anuncia el pos-conflicto como si fuera el resultado absurdo del aplastamiento militar o del sometimiento de la insurgencia mediante promesas vanas que se hacen al mismo tiempo que se incrementan las injusticias y el militarismo.

sábado, 16 de agosto de 2014

"La vigencia de Fidel y la religión es incuestionable"

Entrevista al sociólogo cubano Aurelio Alonso a propósito de la primera edición ebook del libro "Fidel y la religión", de Frei Betto.


En1985 veía la luz el volumen Fidel y la religión, resultado de las veintitrés horas de diálogo entre el líder de la Revolución Cubana Fidel Castro y el escritor y periodista brasileño Frei Betto. Se iniciaba un proceso de reconciliación entre las ideas religiosas y revolucionarias; desaparecía así, a decir del fraile dominico, el prejuicio de los comunistas y el miedo de los cristianos.
Casi treinta años después, a propósito de su primera edición ebook como parte de la colección de ebooks de/sobre el líder cubano a cargo de Ruth Casa Editorial, el destacado sociólogo, docente, investigador y ensayista, Premio Nacional de Ciencias Sociales, Aurelio Alonso, habla sobre la vigencia del texto.
Releo la entrevista y me parece escucharlo; su prosa tiene voz propia. A medio camino entre el tono anecdótico y el reflexivo, el autor de Iglesia y política en Cuba revolucionaria (1998) hilvana un discurso coherente y lúcido salpicado por confesiones exclusivas.
Tiene la impresión de que no ha respondido como yo hubiera esperado; se equivoca y se lo hago saber. Aurelio, como cariñosamente le conocemos los que casi a diario tenemos el privilegio de verlo en su oficina de la Casa de las Américas, me regala su tiempo. Me guardo otros temas. Sus respuestas me han provocado otras preguntas. Pendiente queda un próximo encuentro.
-Dentro de sus estudios e investigaciones en el campo de las ciencias políticas, la llamada transición socialista y la sociología de la religión, ¿cuáles han sido sus principales intereses, temas, acercamientos?
-Creo que lo primero a señalar es que me eduqué en un colegio católico, pertenecí allí a la cruzada eucarística, y hacía una vida de compromiso religioso. Pero el paso por los cuestionamientos propios de la adolescencia me hacía dudar del dogma de fe. Desde el comienzo del bachillerato decidí cambiar hacia la enseñanza laica –lo decidí yo mismo, mis padres no intervinieron-- y mi alejamiento de la fe religiosa se consumó en esos años de estudiante. Pero debo reconocer que tuve una formación cristiana. Al final del bachillerato me impactó la lectura de Jean Paul Sartre, de su narrativa de intensa carga filosófica, y algo de su periodismo político, también en sintonía con mi irreligiosidad. Fue mi primera inclinación filosófica, la cual pienso que dejó huella en mí; me atrevería a decir incluso que estuvo en mi camino hacia el marxismo. Entonces lo percibía como el método para descubrir y conciliar las posibilidades que se abrieran a nuestra existencia personal, a nuestras circunstancias, a la inserción del individuo en el pedazo de historia que le haya tocado vivir.
Desde temprano el estudiante que ya experimentaba la transformación revolucionaria y buscaba respuestas a sus cuestionamientos, se introdujo en las lecturas marxistas, que se convirtieron en el componente definitivo de su vocación intelectual. Entraba en una perenne confrontación entre la reflexión que recibía del legado teórico y la realidad vivida en el proceso mismo de transición socialista iniciado. Así fueron aflorando mis aprendizajes, mis influencias, mis irreverencias, mis lealtades, conformando la convicción de que la coherencia no podía sostenerse en la renuncia a la necesidad de pensarlo todo con cabeza propia, de no rechazar la tentación de la duda ante una convicción confortable. Por el contrario, la coherencia deseable debía ser buscada sorteando caminos difíciles.
Para ser sincero, creo que nunca he escogido con mucho rigor especialidades profesionales, y si lo hice en algún momento, no puse obstáculo a las circunstancias que enrumbaron mis pasos dentro del proyecto revolucionario. Y en aquello en que me involucré lo acometí siempre con pleno sentido del compromiso. Quienes me conocen saben que mis circunstancias me hicieron dedicarme un par de años, a finales de los sesenta, a la ganadería lechera, y mientras cumplía las tareas que me tocaba, y sin abandonar del todo mis lecturas filosóficas, estudié sobre los suelos, los cultivos de pastos y forrajes, la alimentación del ganado, los controles y el manejo de la masa ganadera, etc., y no se me ocurriría decir, ni por asomo, que fue para mi formación tiempo perdido.
De hecho, también dentro del vasto campo de los estudios religiosos, con el cual se me suele identificar, mis intereses se movieron principalmente en torno a las perspectivas institucionales, la proyección y la doctrina social de la Iglesia, sus relaciones con el Estado y con la sociedad civil, las corrientes sociológicas y eclesiológicas vigentes. Una inclinación articulada al deseo de profundizar en las complejidades del proceso de transformación social, política y económica que me tocó vivir. Por eso evito la vaga calificación de especialista en temas religiosos que podría defraudar a quien busque mis trabajos. El contenido de las casi doscientas publicaciones que registra ya mi currículo es expresivo de esta diversidad temática, y de mi hoja de ruta en el período por el cual he andado.
Tengo la impresión de que no he respondido a tu pregunta como hubieras esperado pero esta es la respuesta que me inspiró.
-¿Cómo influyó en su obra el libro Fidel y la religión? ¿Cómo valora el aporte de ese texto en la comprensión de las relaciones entre la religión y la sociedad en Cuba? ¿Cree que el libro mantiene su vigencia después de 30 años?
-Ya había conocido yo a Frei Betto en 1980 en Nicaragua, y había leído algunos artículos suyos que lo mostraban como una de las figuras más atractivas en la línea de pensamiento abierta con la teología de la liberación, por la claridad del discurso y por su capacidad de comunicación. Cuando apareció Fidel y la religión, en 1985, yo me encontraba en misión diplomática en el exterior y recuerdo el impacto en la prensa, por lo novedosas que resultaban las revelaciones de Fidel en sus respuestas a las preguntas de Betto. Una anécdota simpática es que la primera edición en francés salía con una foto de Ramón Castro, como sabes el hermano mayor de Fidel, en la portada. Se habían confundido en la editorial, pero afortunadamente enviaron un ejemplar a la embajada cubana antes de ponerlo en circulación y pudieron desfacer el entuerto a tiempo.
Desde que lo leí me percaté de la importancia del libro. Por varias razones, pero principalmente por una. A mi juicio, la proyección abierta al entendimiento entre la fe religiosa y la ideología revolucionaria que Fidel había propugnado en su encuentro con los “cristianos por el socialismo” durante su visita al Chile de Allende en 1971, donde habló de “alianza estratégica” entre cristianos y marxistas, y de nuevo en Jamaica, en 1977, en un importante encuentro con líderes religiosos del Caribe, había padecido de una lectura equívoca durante muchos años. Incluso en el seno del propio partido cubano se interpretaba que existía una doble política en el reconocimiento del factor religioso: una de apertura y alianza hacia el exterior, explícita en dichos encuentros, y otra hacia el interior, orientada hacia el ateísmo y al debilitamiento de las iglesias, la cual se reflejaba incluso en los documentos rectores del primer congreso del PCC.
El propio Fidel daba a conocer en ese momento, a través de la edición de esas veintitrés horas de conversación concedidas a Frei Betto, que la superación completa de la discriminación por motivos religiosos era una tarea pendiente en el proyecto socialista cubano. El giro ideológico que requería la superación de lo que había sido reconocido hasta entonces como una cuestión de principio se produjo en el IV Congreso del PCC en 1991 y en la Reforma Constitucional de 1992, pero fue en Fidel y la Religión que el líder de la Revolución cubana lo dio a conocer, en el contexto de una larga reflexión sobre el espacio del hecho religioso en un proceso de transición socialista. Constituye, por lo tanto, un acontecimiento editorial sin precedente en la tradición socialista del siglo veinte, y yo me atrevería a afirmar que su vigencia no admite ya cuestionamiento. 
-¿Considera usted que las relaciones entre el estado y la iglesia en Cuba han mostrados signos de cambio? ¿Dónde radican entonces esos cambios y que representan dentro de un panorama que ha venido experimentando la transición socialista desde la década de los noventa?
-Creo que mi respuesta a tu pregunta anterior provee una importante muestra de movilidad. Pero habría que decir que también fue muestra de movilidad, en el plano de las proyecciones de la Iglesia católica, la prolongada reflexión que culminó en el Documento Final e Instrucción Pastoral de los Obispos, como resultados del Encuentro Nacional Eclesial Cubano de 1986. Del clima de avance en las relaciones que se produjo en los 80 surgió la iniciativa compartida de la jefatura de la Iglesia y la del Estado de invitar al papa Juan Pablo II a realizar una visita pastoral a Cuba. Ya el papa, que introdujo un estilo viajero en la conducción pastoral de la Iglesia, había estado en toda la América Latina, varias veces en algunos países, como México y Brasil. Sendas invitaciones –la estatal y la eclesiástica– se llegaron a entregar en el Vaticano y la visita se había previsto que sería programada para 1991 o 1992.
De manera inesperada, el sistema socialista soviético, que Gorbachov se había propuesto reformar, se desintegró entre sus manos y Cuba, carente de sostén económico internacional, entró en lo que llamamos “período especial”. Sobrevino entonces un aplazamiento sine die en la fijación de fecha para el viaje papal y, con la demora, el argumento de la conveniencia de “maduración de condiciones” para la visita. Me atrevería a decir las dos partes, Estado e Iglesia, necesitaban ahora del aplazamiento. La pastoral de los obispos cubanos fechada el 8 de septiembre de 1993, titulada El amor todo lo espera, con un reclamo de reformas de liberalización, en el momento más grave de la caída de los indicadores macroeconómicos en Cuba, provocó de nuevo una tensión que enfrío las relaciones hasta que la decisión de la visita pontificia volvió a cobrar forma hacia 1996 y se realizó en 1998 con un éxito incuestionable. Si aquí no se ve movilidad, habrá que cambiar de espejuelos.
Solo quiero ilustrar en algo la presencia de avances, desaceleración, vuelta a avanzar, acercamientos, distanciamientos, reacercamientos. En la última década se produjeron numerosos signos de fluidez en las relaciones entre la institución religiosa y la estatal, desatacándose la aceptación por parte del gobierno de la mediación de la Iglesia para la liberación de presos políticos y otras acciones, lo cual ha dado lugar a críticas al arzobispo de La Habana desde sectores hostiles al Estado cubano. Esto te puede indicar, a grandes trazos, los altibajos a través de los cuales se realiza un curso cuyo saldo de entendimiento y cooperación se muestra hoy favorable.
De modo que la normalidad en estas relaciones, diría yo, no puede concebirse como la resultante de una continuidad sin obstáculos. Sería del todo imposible explicársela desde una perspectiva inmovilista. Y con esta misma prevención habría que asomarse igualmente a su futuro, por optimistas que debamos ser.
-Partiendo del supuesto que las ideas de justicia social no necesariamente tienen por qué chocar con las creencias religiosas y acercándonos a la teología de la liberación, ¿cómo conciliar el proceso de reinvención del Socialismo o un socialismo del siglo XXI (si está de acuerdo con el tan discutido y polémico término)?
-Permíteme comenzar por el final de tu pregunta. No ignoro que entramos (los marxistas) en este siglo con varios dilemas teóricos colgando. Uno, tal vez escolástico, es el de definir si se utiliza la preposición “de” o la preposición “en” para conectar el concepto de socialismo, que el pensamiento neoliberal considera acabado como ideal en el siglo pasado, con los cambios estructurales que nos impone el presente siglo. No es un debate inocente si notamos que un extremo apunta a rescatar el modelo que fracasó, y el otro, a desecharlo del todo en la búsqueda del paradigma. Lo he tildado de debate escolástico porque parte de la colocación a priori de la verdad en uno u otro extremo.
Te voy a confesar –y nunca lo he dicho por pudor-- que fui uno de los primeros en usar el término, en una entrevista que me hiciera Carlos Torres sobre la situación de Cuba, que se publicó en el No. 641 del semanario Punto final, de abril de 2003, en Chile, con el título de “Hay que reinventar el socialismo del siglo XXI”, tomado literalmente de una de mis respuestas. Expresaba una cuestión que, como se dice, ya se caía de la mata. Después supe que en el año 2000 el sociólogo chileno Tomás Moulián había dado el título de Socialismo del siglo XXI: la quinta vía, a un libro suyo. Lo interesante es que yo utilizaba allí el término pensando en la profundidad del cambio que teníamos que realizar en Cuba, en tanto su uso por Hugo Chávez, y creo que por todos a quienes he visto usarlo, alude al paradigma relacionado con los procesos latinoamericanos emergentes que proclaman y procuran el socialismo en su propuesta de cambio. Si hacemos abstracción por un momento de lo histórico concreto, es decir, de los puntos de partida actuales del cambio, lo entiendo como un concepto expresivo de un denominador común en los objetivos de las transiciones deseables en Cuba y en el resto de nuestra América. Termino este aspecto de tu pregunta de una manera que algunos podrían estimar conciliatoria, pero te aseguro que no lo es: para mí el concepto puede considerarse válido con una preposición o con la otra, aunque conllevaría una connotación diferente en uno y otro caso.
Para entrar de lleno ahora en el resto de tu pregunta, es evidente que los propósitos de justicia social y equidad, centrales en los ideales del socialismo, incluso desde antes de Marx, son perfectamente compatibles con el ideal cristiano. En buena medida derivan de valores cristianos. En nuestra América, cuyos pueblos son tributarios de una marcada religiosidad católica, incluso a través de expresiones sincréticas se hace inconcebible verlo de otro modo. Lo cual no significa que todos los casos vayan a encontrar una correspondencia fácil con los intereses creados por la institución eclesiástica. Es imposible predecir las dificultades que pueda presentar este entendimiento. Pero es cierto que el derrumbe del proyecto estalinista aporta también la superación de la identificación del marxismo con un ateísmo. Ni como institución, lo que me parece algo universalmente aceptado ya, ni en el plano doctrinal, menos reconocido, pero que debe acabar por identificar al mal llamado “ateísmo marxista” con lo que es: un componente de la asunción dogmática del materialismo, incompatible con el ideal socialista. Estamos ante uno de los extremos del doctrinalismo que caracterizó al socialismo del siglo pasado, el cual sería un contrasentido, un verdadero disparate, tratar de revivir en la América Latina.
La teología de la liberación es, más que una teología, una corriente de pensamiento religioso cristiano nacida en la marea de apertura que propició el Concilio Vaticano II y la segunda conferencia del episcopado latinoamericano, celebrada en Medellín en 1968. La teología de la liberación centró la atención en la compatibilidad del pensamiento marxista con una proyección cristiana auténtica. En rigor quien primero se pronunció en esta dirección fue el teólogo presbiteriano Rubem Alves, que acaba de fallecer, aunque el acierto de Gustavo Gutiérrez al tocar los principales puntos de contacto teóricos con la comprensión marxista en un ensayo orgánico, hizo de su obra una referencia fundamental para el diseño de las comunidades eclesiales de base, para el desarrollo del sistema de educación popular y para muchas otras iniciativas, convirtiéndola en un clásico. También hay que recordar que el papado de Juan Pablo II la proscribió alegando su incompatibilidad con el rechazo eclesial del marxismo como ateísmo. Marx termina resultando la víctima de no pocas incomprensiones y condenas injustas. Puede que esto sea emblemático del costo de un descubrimiento tan relevante en el campo del conocimiento social: tanta verdad no podía ser revelada impunemente.
-Frei Betto expresó en Fidel y la religión: “Lo que falta a los obispos cubanos es una teología que les permita entender el socialismo como una etapa imprescindible en el camino hacia el Reino de Dios”. ¿Está de acuerdo? ¿Cree que han ocurrido cambios en este sentido y que los sacerdotes cubanos han incorporado las teorías del socialismo para practicar el cristianismo en las condiciones de un país como Cuba?
-Tiene razón Frei Betto en las dos afirmaciones que contiene este juicio. Esa teología ha faltado a los obispos y sacerdotes cubanos, que tampoco han sido capaces de generarla. Pero me pregunto si no falta también hoy esa teología a los obispos latinoamericanos. En sentido general, quiero decir, para no ser injustos con las excepciones.
No hay que olvidar que en su largo pontificado Juan Pablo II se cuidó mucho de ordenar obispos que pudieran ser afines, o incluso tolerantes, con posiciones políticas de izquierda en el clero de sus diócesis. Hace poco conversaba yo con un prelado amigo, de claro compromiso con los humildes, de posiciones teóricas abiertas al diálogo, y le preguntaba cómo se le pudo escapar al rasero papal al escogerlo. Él me comentó que en realidad se le escapó al nuncio, que lo propuso sin percatarse de cuáles eran sus posiciones. No se puede perder de vista que no estamos en los tiempos de Hélder Cámara, Marcos Mac Grath, Sergio Méndez Arceo, Leónidas Proaño, Enrique Angelelli, Eduardo Pironio, Alberto Devoto, Antonio Brasca, Pedro Casaldáliga, Samuel Ruiz, Luis Luna Tobar, y Francisco Oves, que fue arzobispo de La Habana por pocos años antes de Jaime Ortega. Y seguramente otros que no conocí. Son los identificados como los obispos de Medellín y del papado de Pablo VI. La llegada de la restauración al Vaticano, con el largo pontificado de Karol Wojtila, cambió otra vez los tonos que habían comenzado a caracterizar al episcopado de nuestro continente bajo el reclamo de la “opción por los pobres”.
Fíjate como Carlos Manuel de Céspedes García Menocal, una figura tan prominente del catolicismo cubano de la segunda mitad del siglo XX, que contribuyó como el que más al entendimiento que hoy se tiene entre Estado e Iglesia,nunca fue elevado a la jerarquía episcopal.
Con la otra afirmación, que entiende el socialismo como el camino al Reino de Dios, podría coincidir igualmente, pero si poco conozco del socialismo, menos puedo decir del Reino de Dios. Pienso que Betto lanza a los creyentes y a la institución la provocación legítima del modelo cristiano plausible.
Faltaría a la verdad si dijera que pienso que el clero cubano ha arribado al presente curado de la incomprensión eclesial del ideal socialista. Ha vivido la experiencia cubana, sin embargo, con sus virtudes y sus defectos, se ha formado probablemente con una mayor capacidad de análisis que sus antecesores. Hay hoy una mayor disposición al diálogo, y han aparecido incluso escenarios de cooperación, pero creo sinceramente que son menos que los que podían esperarse.
Ese progreso se ha hecho más evidente dentro de las posiciones del laicado comprometido, cuya revista insignia, Espacio Laical, se logró colocar entre las más importantes publicaciones cubanas en los años recientes. Pero no puede saberse aún si el cambio reciente en la redacción de la misma será capaz de valorizar el caudal acumulado por sus antecesores y el prestigio logrado. Tampoco es posible pronosticar si a la salida del cardenal Jaime Ortega del Arzobispado de La Habana, cuando se haga efectivo su retiro, prevalecerá en nivel de entendimiento logrado por él con las instituciones del Estado socialista.
-En el mundo actual, globalizado, con relaciones políticas mediatizadas y frecuentemente manipuladas o afectadas por factores económicos, ¿cómo cree que puedan integrarse la religión (entendiendo por religión tanto a los creyentes como a las instituciones) y el cambio social?  
-Es una verdadera decepción para el entrevistado llegar a la última pregunta y tener que confesar que no tiene idea de cómo responderte. Son muchos los factores que tienen que incidir en el curso futuro de esta articulación. A falta de respuesta intentaré asomarme de algún modo, con alguna pista efectiva, a la complejidad del problema.
Al proceso de globalización neoliberal capitalista correspondió un retroceso con relación al proyecto reformador al cual la Iglesia Católica había llegado en el Concilio Vaticano II, y el papado de de Pablo VI que le siguió y trató de hacer avanzar la aplicación de esa renovación que siempre citamos con el término italiano: el aggiornamiento. Pasado este nuevo Medioevo de aliento polaco, y puesta a flote en toda su magnitud la crisis institucional, al punto que Benedicto XVI decidió dimitir, la elección de Jorge Mario Bergoglio al pontificado parece traer al catolicismo un rescate del proyecto del Concilio. El éxito de esta propuesta sería clave para que se consume la conexión por la que te preguntas. Pero es demasiado temprano, de todos modos, para pronosticar si se logrará una transformación en el marco de su pontificado. La verdad es que no me atrevo a decirte más.

Link: www.ruthcasaeditorial.org

lunes, 11 de agosto de 2014

“Pese a todo, persistiremos”


Ya estamos en esto. Convencidos de salir adelante, seguros de que tras un acuerdo de paz Colombia no seguirá siendo la misma.


|Por Timoshenko|

Ya habíamos comentado sobre el discurso del Presidente Santos, que vuelve a ponerse de manifiesto en su reciente posesión. También hemos señalado el alineamiento total de los grandes medios con el sentir de la clase dominante. Los dos, incluyendo al Centro Uribe, se enfadan sobremanera cuando no expresamos lo que sueñan oír de nosotros.

La gran prensa se corresponde en realidad con poderosos consorcios de capital dedicados a la labor específica de difundir su propia manera de pensar en el resto de la sociedad. Todos los acontecimientos que para llegar al conocimiento público pasan por su conducto, son deliberadamente presentados del modo que resulte más conveniente a sus intereses.

Así sucede en el campo internacional, en donde el pueblo palestino perseguido, y violentado durante setenta años, resulta el verdadero agresor, carece de derecho a la defensa y no tiene otra alternativa que someterse al exterminio decretado por el capital sionista. Se consideran malhechores a Cuba y Venezuela, mientras se aplaude por justo a los Estados Unidos.

Y así sucede también en el escenario nacional. Las guerrillas son las responsables de haber iniciado la larga confrontación, y son las verdaderas y únicas responsables de todos los horrores sucedidos en el curso de ella. Mientras tanto se santifican los monstruos civiles y militares, que, por gozar de enormes peculios, tienen asegurada su respetabilidad.

La humanidad entera es testigo de la imposición de una manera de pensar según la cual todo aquel que apela a las armas es un bárbaro sin escrúpulos. Sin importar las razones por las que lo haga. Lo cual se difunde haciendo invisible el hecho protuberante de que los más ricos y poderosos fabrican las armas, tienen los más grandes ejércitos y hacen las mayores guerras.

A nadie se le ocurre que George Bush deba responder por el más del millón de civiles muertos en Irak como consecuencia de la invasión ordenada por él en aras del interés de las grandes petroleras. Así como resulta inconcebible que Álvaro Uribe deba responder aquí por sus crímenes masivos en interés del latifundio mafioso y las trasnacionales.

La ideología dominante, alimentada diariamente por los grandes medios de la información o de la manipulación, exige en cambio que los de abajo, los rebeldes, los que se oponen a la invasión y el despojo de su patria por Israel, los que combatieron a los gringos en Irak, o los guerrilleros que enfrentan la máquina del horror en Colombia, sean condenados sin piedad.

Para ellos no cabe otra oportunidad que el más cruel de los escarmientos. Así lo exigen el gran capital y los terratenientes, así lo proclaman los medios. Expertos graduados en sus mejores universidades ponen su talento inmediatamente a su servicio, todo aspirante a ocupar un lugar bajo la sombrilla de los grandes se alista para ocupar su puesto en la cruzada.

Nosotros no llegamos a una mesa de diálogos porque estuviéramos vencidos o desencantados, sino porque siempre hemos creído en las vías civilizadas, porque creemos que pese a todo es posible alcanzar, con el apoyo de las grandes mayorías colombianas, unos acuerdos dignos que se funden, por una razón elemental, en la proscripción bilateral de la violencia.

Rechazamos de plano, por ser contraria a la realidad histórica, la idea de que la clase dominante colombiana, sus partidos políticos tradicionales o sus mixturas de hoy, sus gobiernos, el Estado como tal, los grupos económicos, la gran prensa y muchos otros sectores a la sombra del poder, tienen las manos limpias de sangre del pueblo colombiano.

Todos ellos, animados por el vulgar afán de lucro, en coordinación plena o de rodillas ante los gobiernos norteamericanos de la posguerra, han violentado en todas las formas, repetida y sistemáticamente, a campesinos, obreros, estudiantes, intelectuales, partidos de oposición revolucionaria y demás sectores populares en lucha. No lo pueden seguir negando.

Hasta el punto de generar esta guerra de respuesta a sus atrocidades y a su impunidad. No nos sorprende por eso el manto de silencio con el que la gran prensa ha tratado los distintos foros sobre víctimas celebrados hasta la fecha. En todos ellos ha salido a relucir esa gran verdad. Los verdaderos autores y responsables por los horrores de este largo conflicto son ellos.

Si decidieron ensayar la vía de los diálogos fue con el propósito de obtener en la Mesa de Conversaciones la victoria que les ha sido negada durante medio siglo en los campos de batalla. Para los sectores dominantes en nuestro país la salida política tiene sentido solo si garantiza su reinado absoluto por mil años más, sólo si condena al infierno a los alzados.

Y es eso en realidad lo que se oculta tras la nueva andanada retórica y mediática. Sus amanuenses en la gran prensa chillan que el Estado reconoció las víctimas y expidió una ley para repararlas, que ha pedido perdón un par de veces. Como si eso bastara para cambiar las cosas, como si no estuvieran empeñados en dejar intacta la máquina del crimen.

Achacarnos a nosotros todos los males es el tema de moda. Siempre lo ha sido. Pervertir cuanto decimos, manipularlo, demonizarlo. Nuestra mejor disposición, que existe sin duda, de explicar cuanto sea necesario y asumir las correspondientes consecuencias, sabemos que se enfrenta a la bajeza y la perfidia de quienes aspiraran con desespero a triturarnos.

Pero estamos en esto. Convencidos de salir adelante, seguros de que tras un acuerdo de paz Colombia no seguirá siendo la misma. En eso precisamente nos diferenciamos de nuestros adversarios,  ellos solo aspiran a sacarnos del medio para no cambiar nada, para que todo siga igual. Gruñen y amenazan en cuanto se les complica, pero ni modo, somos distintos a ellos.

Montañas de Colombia, 8 de agosto de 2014
Tomado: El Salmón: 

martes, 5 de agosto de 2014

Efecto cuna y la Educación a Distancia en Colombia


Libardo Sánchez Gómez

Desde 1975 en Colombia se han venido ofreciendo a lo largo y ancho del país programas académicos a distancia, hoy hay más alumnos en la modalidad a distancia que en la presencial, aunque, no siempre han sido  virtuales ya que “artefactos” como las  TIC´s se han incorporado al modelo a distancia  tan sólo en los últimos años, sumándose a los textos que imponen, según Rubén Ramos, “(...)modelos ajenos a las condiciones económicas, sociales, políticas y culturales de la pobreza y desigualdad en nuestros países”  (Educación a distancia: ni modalidad pedagógica ni aprendizaje autónomo, Capital Cultural y reproducción, Lima – Perú, marzo 2014).  La realidad es que la presencia de la  EAD no se ha traducido en superación del subdesarrollo a nivel nacional. La pobreza y desigualdad social se han venido incrementando, guardando  relación directa con el enriquecimiento de unos pocos individuos. Según la UNESCO (UNESCO: 2002,12)    “el aprendizaje abierto y a distancia constituye un aumento de las oportunidades para superar las urgencias de los más necesitados y convertirse en miembros cabales de la actual sociedad del conocimiento”, ¿será cierta tan meliflua aseveración? El adagio popular dice que “no todo lo que brilla es oro”, y que “de eso tan bueno al bobo no le dan tanto”; por lo menos, para Rubén Ramos, esto no es más que una falacia, ya que dicha premisa “(…) responde al interés geopolítico imperialista de subsumir culturas ancestrales en la continuidad del orden mundial capital, manipulando necesidades sentidas”.

La realidad ha demostrado que en la EAD, tanto o más que en  la educación presencial, en los países neocoloniales, se manipula la información, convirtiendo al estudiante en un “mero operador  de artefactos, un lector pasivo de textos (cuando sabe y puede leer), un usuario mecánico de información”. Después de muchos años de haberse implantado el modelo de educación a distancia en Colombia se encuentra que  la EAD está formando profesionales de pésima calidad, tanto que dentro de las mismas universidades que ofrecen la modalidad a distancia, caso universidad Santo Tomás, los alumnos del área presencial se quejan de que los que siguen la virtualidad afectan la calidad general tanto que peligra la acreditación lograda.

El  hecho que el uso del INTERNET sobre todo de la red mundial (www)  permita acceder a la información en cualquier lugar del planeta no es garantía de excelencia, que facilite  a ciencia cierta cumplir los objetivos de desarrollo de las comunidades más necesitadas. Solamente se cumplen las expectativas de quienes promueven a nivel global la orientación educativa: BM, OCDE, OMC, USAID, organismos de cooperación internacional, en realidad transnacionales de penetración del neoliberalismo.

La educación como un “servicio” por el que se tiene que pagar lleva inflexiblemente a que termine en manos privadas. En Colombia esto sí que es cierto, la educación superior prácticamente es un negocio exclusivamente en manos de los curas.   Precisamente   la Universidad Santo Tomás de los Dominicos (Orden de los Predicadores) fue la primera Entidad religiosa que inició la modalidad a distancia en Bogotá. Hoy casi todas las universidades ofrecen programas en la modalidad virtual. Tanto en la universidad pública, Universidad Nacional Abierta y a Distancia UNAD, como en las privadas la teoría pedagógica impuesta desde siempre ha sido la conductivista de base positiva la cual, en palabras de Rubén Ramos,  conduce a “automatizar los aprendizajes, los comportamientos, las actitudes desde el principio mecánico estímulo respuesta”, sacrificando la creatividad, la reflexión, la crítica, el pensamiento, la comprensión y la acción, propias de la teoría cognitiva de base fenomenológica.  

 La  EAD se ha convertido en un valor agregado al comercio educativo, por cierto, de alta rentabilidad; y  para disminuir costos se contratan docentes a los que se les pueda pagar cualquier salario. Poco importa la experiencia en investigación  y/o el nivel académico del contratado sólo se requiere que sea una correa  transmisora acrítica del pensamiento neoliberal. Incluso el docente (tutor) no debe ser exigente en el rendimiento académico al punto que pueda hacer perder asignaturas a sus alumnos, ya que estos optan por abandonar la Institución educativa,  afectando de paso la rentabilidad del negocio. Cuando esto sucede el docente debe rectificar su prurito de exigencia  o, de lo contrario,  tendrá que abandonar el plantel. Y si el docente es (debe ser) acrítico la posibilidad de   dicencia del  aprendiente es nula, la crítica se asume como falta de respeto y un atentado contra la estabilidad institucional. Asunto que se refleja a nivel general, pues la protesta (crítica) social es judicializada, criminalizada y reprimida  militarmente. Según el autor citado,  “la EAD está trastocando el sentido de cambio social por el de colonialismo mediático, el de movilización social para reestructurar las relaciones de poder por el de movilidad social, el de liberación por el de alienación”.

Ramos deja en claro que “la sumisión neocolonial se rinde a las políticas y estrategias impuestas por los organismos internacionales”. Entonces, la EAD mediante su lenguaje (metalenguaje) e intencionalidades sirve para encubrir la lucha de clases, la confrontación entre capital y trabajo y la intensa desigualdad que deja el crecimiento económico cuyo  beneficio es exclusivo de las organizaciones transnacionales y de algunos burócratas corruptos.

Como el origen social (extracción de clase) y los aprendizajes y representaciones del entorno social, asumidos como Capital cultural, no son tenidos en cuenta en los diferentes modelos educativos, el éxito o el fracaso escolar no son el resultado de aptitudes naturales, de las TIC´s o de la misma EAD. El individuo hereda bienes genéticos y/o riqueza. Puede nacer con capacidades de genio pero el hambre consigue volverle idiota.  Ya que el Capital cultural se hereda de y en la respectiva clase social, por lo tanto la situación de pobreza de los campesinos, obreros y desocupados no se revierte asistiendo a la escuela.

“El efecto cuna”  (transmisión intergeneracional de la pobreza) según Brunner (2010) es quien lleva al éxito o fracaso. Además, el hambre va de la mano de la pobreza, y como no se aprende con el estómago vacío, es una situación que los organismos de financiación aprovechan  para imponer sus “préstamos Buitre” con el pretexto de atender el desayuno escolar y  proporcionar becas educativas, obteniendo de esta manera “beneficios del hambre de los pobres”.  Y este “efecto cuna” hace parte de la correa transmisora intergeneracional no solo de la pobreza económica y genética  de padres a hijos sino de la pobreza intelectual de docentes a alumnos; como ejemplo, en mi experiencia personal, encontré que la mayoría de colegas docentes durante el periodo presidencial de Álvaro Uribe eran neoliberales uribistas enemigos de cualquier solución negociada al conflicto interno armado, social y económico que desangra al país durante varias décadas, pero en el gobierno de Juan Manuel Santos, como por arte de magia, se tornaron en abanderados de la paz santista y contrarios a los llamados a la solución de tierra arrasada propuesta por Uribe a través de su marioneta Oscar Iván Zuluaga. Esa pobreza de conciencia de clase y conceptual general es la que guía el accionar de los futuros profesionales.

El Informe Coleman efectuado en EEUU por James Coleman en 1966, dejó en claro que, definitivamente, la desigualdad social es la determinante fundamental del subdesarrollo  en que vivimos subsumidos, independientemente del modelo educativo que se elija, “(…) la calidad de la enseñanza no guarda una relación consistente y significativa con el rendimiento  educativo”.  Eso  sí, hay que  dejar en claro que la EAD,  la cual es dirigida  precisamente a las  clases más pobres,  es una apuesta educacional que alarga el camino del desarrollo.  Brunner   corrobora lo primero  cuando afirma  que “los rendimientos escolares dependen de las condiciones del hogar”, es decir,  de los antecedentes familiares o sea del Efecto cuna.

Diversas investigaciones han llegado a la conclusión que las experiencias tempranas son las que determinan si la arquitectura cerebral es provista o no de una base eficiente para el aprendizaje. Y, según Brunner, es en el periodo de los tres primeros años de vida en el que se determina “la capacidad cognitiva, lingüística, social, emocional y motora. Lo obtenido durante este corto periodo será poco o nada modificado a lo largo de los años de escolarización”.  Nada más cierto,  era de esperar que, dada la realidad de pobreza e inequidad impuestas por un puñado de oligarcas  a la  vasta  mayoría, hombres y mujeres  deberían  apoyar masivamente  a quienes se han rebelado y, hoy, exploran la posibilidad de un arreglo negociado al conflicto, pero por el contrario el grueso del pueblo anda al lado de los vándalos  en el poder y sus estructuras económico-sociales.


















martes, 29 de julio de 2014

Timoshenko pone Santos contra la pared: “¿Quién responderá por el crimen atroz de Alfonso Cano?”



Raúl Reyes, Jacobo Arenas, Manuel Marulanda y Alfonso Cano en Casa Verde 1988.
El Presidente Santos se ha dedicado a repetir que la orden de ejecución fue emitida directamente por él tras haber sido consultado al respecto.
La noche del 4 de noviembre de 2011 Colombia y el resto del mundo fueron sorprendidos por la noticia de la muerte del Comandante Alfonso Cano tras una operación militar en el departamento del Cauca. Sucesivamente fueron saliendo a la luz los pormenores del hecho, descrito como un intenso bombardeo aéreo, acompañado de un largo ametrallamiento, que terminó dejando aislado e inerme al jefe guerrillero desde las primeras horas de la mañana.
En esas condiciones, las fuerzas especiales y las tropas que desembarcaron de los helicópteros artillados terminaron por localizar al Comandante de las FARC, cuando se hallaba solitario en medio de la manigua. De eso existen numerosas evidencias, suministradas a la prensa por diversos voceros oficiales. Se sabe por lo mismo que en el momento de enfrentarse a la muerte, el martirizado líder revolucionario se hallaba en absoluto estado de indefensión.
De conformidad con la opinión de numerosos asesores y expertos en las diversas ramas del derecho internacional, en esas circunstancias, un numeroso grupo de combatientes entrenados con rigor en las más exigentes situaciones de la guerra, vendrían a conformar una fuerza absolutamente desproporcionada ante un adversario impotente. Alfonso Cano debió haber sido capturado y entregado a los jueces para ser sometido a una causa penal con arreglo a las leyes.
Así lo expresó con inusitado valor civil monseñor Monsalve, arzobispo de Cali, unos cuantos días después de acaecidos los hechos. Desde luego que atreverse en Colombia a levantar un dedo acusador contra las fuerzas militares y el gobierno nacional, acarrea la inmediata avalancha del sin número de defensores del orden establecido, encabezados como siempre por algún general furioso y el atado de comentaristas y editorialistas de la gran prensa adictos al crimen.
Para que cualquier  otro ciudadano que intente dárselas de héroe, recuerde de inmediato a su familia e intereses personales antes de atreverse a exponer su propia vida al peligro. Que así es este país lo prueban millones de víctimas. Y una insurgencia armada con más de medio siglo de historia. Los guerrilleros podemos decir lo que le está vedado a la mayoría intimidada, y es por eso que procedo a referir aquí lo que comenta tanta gente en voz baja.
El Presidente Santos, tras conocerse la noticia, no sólo reconoció haber llorado de felicidad al enterarse, sino que a medida que su soberbia fue creciendo, se dedicó a publicar que la orden había sido emitida directamente por él tras haber sido consultado al respecto. En su más reciente afán por la reelección lo repitió muchas veces, incluido el día 13 de junio de 2014, ante las cámaras de televisión, tras lo cual escenificó un arrebato de satisfacción.
Dicen los que saben, que la primera obligación que adquiere un Presidente al posesionarse es la de cumplir y hacer cumplir la Constitución Nacional y las leyes de la República, de las cuales  hacen parte los tratados y convenios internacionales suscritos por el país. Y expresan también los serios interrogantes que genera la pobre argumentación presidencial según la cual su orden de matar a Cano obedeció al hecho de que estamos en guerra. Reiterada confesión que excluye dudas.
Fundamentan su argumentación en disposiciones como estas. El artículo 4 del Protocolo II adicional a los Convenios de Ginebra, de obligatoria aceptación en los conflictos armados sin carácter internacional, dispone que quien haya dejado de participar en las hostilidades tiene derecho a que se respete su persona y a ser tratado con humanidad en toda circunstancia. Expresamente prohíbe ordenar que no haya supervivientes. ¿Acaso Alfonso no lo era?
El mismo Protocolo dispone la prohibición de matar por fuera del combate. Lo cual envuelve, por elemental lógica, dar la orden de hacerlo. Por otro lado se recuerda que el artículo 145 del Código Penal Colombiano considera como un acto de barbarie rematar heridos o enfermos. ¿Cabe incluir aquí a un solitario Alfonso Cano, superviviente de un brutal bombardeo y ametrallamiento, aturdido y casi ciego, reducido y rodeado por la enorme tropa enemiga?
Por su parte, la orden de no dejar sobrevivientes es elevada a la categoría de crimen de guerra en el Estatuto de la Corte Penal Internacional, artículo 8, numeral 2, literal I, que frecuentemente es invocado por el gobierno colombiano como advertencia jurídica en contra de la insurgencia, en cuanto norma de obligatorio acatamiento en nuestro país. ¿Y qué decir del literal VI que considera un crimen privar a un prisionero de guerra de su derecho a un juicio legítimo e imparcial?
El Presidente Santos y sus asesores debieron tomar en cuenta que la Convención Americana de Derechos Humanos o Pacto de San José de 1969, sólo admite la pena de muerte como consecuencia de una sentencia judicial debidamente ejecutoriada,  emitida por tribunal competente, de conformidad con una ley anterior que establezca tal pena y dictada con anterioridad al delito que se imputa.
Sin mencionar la Constitución Nacional de 1991, tan esgrimida por sus defensores como máxima consagración democrática en la historia de nuestro país, en cuyo artículo 11 se consagra la inviolabilidad del derecho a la vida y la prohibición de la pena de muerte. Es claro que tan formales garantías no pasan de ser una fórmula propagandística en un Estado que asesina oficialmente, con premeditación y alevosía, porque esas son, según el Presidente, las reglas del juego.
El presidente Santos ha reconocido ante la opinión pública, que efectivamente dio la orden de ejecutar extrajudicialmente a un prisionero de guerra herido, desarmado y fuera de combate, con el que además adelantaba conversaciones para iniciar un proceso de paz. El Presidente dirige constitucionalmente la fuerza pública y dispone de ella como comandante supremo, asumiendo incluso si lo considera conveniente la dirección de las operaciones de guerra.
De este y los innumerables crímenes sucedidos en este país habrá que tratar en los debates que sobre el tema de víctimas se iniciará próximamente en La Habana. Los crímenes de Estado configuran una nefasta tradición en Colombia y son ellos los causantes directos de la prolongada y heroica rebeldía armada de miles de colombianos. En la Mesa nos trazamos como máxima que no llegamos a pactar impunidades. ¿Estará Santos dispuesto a responder por su crimen confeso?
Montañas de Colombia, 27 de julio de 2014.

lunes, 7 de julio de 2014

La izquierda colombiana amaestrada por los izquierdistas acomodados y la Pequeña burguesía



Libardo Sánchez Gómez

La izquierda electorera de Colombia, en la que se incluyen pequeños burgueses de la talla del ex presidente Ernesto Samper  y la senadora electa Claudia López, cuyo interés no va más allá de que los insurgentes se entreguen a cualquier precio,   decidió votar en masa por la paz santista en contra de la paz Uribe-zuluaguista, sin tener en cuenta que una y otra  son una  misma concepción  del Departamento de Estado gringo. Hábilmente  vendieron a las bases  la idea de que si ganaba Zuluaga se terminaban ipso facto las conversaciones con las guerrillas de las FARC y del ELN. Las mieles del poder y el sabor de la mermelada fueron suficientes para dejar de lado que no es  Santos,  Zuluaga ni ninguna Marta Lucía u otra bruja quien decide     firmar o no acuerdos de paz con la insurgencia armada. Eso es de resorte exclusivo de los intereses estratégicos de los norteamericanos. Por eso terminadas las elecciones el vicepresidente Joseph Robinette "Joe" Biden, Jr. de EEUU vino a Colombia a dejar en claro que “la paz es un asunto interés de los EEUU” y a examinar los puntos acordados  entre Gobierno (vasallos) y guerrilleros.

La  paz santista o, mejor, la paz del Pentágono, que   magnificaron los acuciosos izquierdistas de las urnas, se puede  resumir en tres puntos esenciales: como punto nodal se puede destacar  el referente a la tierra y territorialidad, en el fondo se trata de ver como las guerrillas y los pequeños propietarios campesinos se acomodan al lado de los grandes latifundios transnacionales y criollos, sin que se altere para nada el estado actual de tenencia de la tierra. Desde luego que fue en estos términos como aceptaron negociar los insurgentes; los cien o más puntos sobre temas agrarios que estos han llevado a la Mesa de conversaciones no son más que adornos y, tal vez, una muestra de  voluntad, capacidad intelectual y política de los alzados en armas, pero nada más.  El segundo punto de gran importancia de la paz que se discute en La Habana es el referente a los cultivos ilícitos,  en este caso se propone que los campesinos, que hoy sobreviven trabajando como “raspachines”, para seguir sobreviviendo, se dediquen a erradicar  manualmente los cultivos ilícitos. Esta actividad, también, servirá de distractor para los guerreros de base que se desmovilicen.  Y un tercero y esencial asunto de la paz santista es el que tiene que ver con las condiciones materiales, logísticas y de seguridad en torno a la terminación de la lucha armada y reintegro por parte de las FARC y, próximamente, del ELN.  Aunque es demasiado simplista y desconsiderado decir que el tercer punto se quiere negociar a punta de mermelada,  así se le dice hoy a las curules en el parlamento y a los puestos en embajadas y en ministerios. Las discusiones más allá  de estos temas no son más que vistosas arandelas  a las cicateras concesiones a los alzados en armas  permitidas por el amo del Norte. La Comisión de la Verdad  donde, probablemente, saldrán  a flote algunas de las atrocidades cometidas por los militares sólo  servirá para allanar el camino a la justicia transicional bajo cuyo paraguas   se podrán   a salvo unos y otros de los actores enfrentados. 

¿La propuesta pacificadora de Juan Manuel Santos,  justificó la desbordada euforia  de la  dirigente del POLO Clara López y de su fórmula presidencial  Aida Abella, presidenta de la martirizada y desmantelada Unión Patriótica? El tiempo lo dirá, pero es de esperar que el voto a favor de la oligarquía se vea recompensado, al menos,  con un puesto de segunda en la burocracia ministerial. ¿Apoyará Santos la aspiración a la alcaldía de Bogotá de Clara López?

En la cesta electorera a favor de Santos se sumó la otrora izquierda seria encarnada en La Unión Patriótica, víctima de la barbarie de la oligarquía,  hoy, desafortunadamente, presidida por Aida Abella,  señora a quien el prolongado exilio dejó totalmente desorientada. Lo cierto es que  la  Izquierda acomodada y la Pequeña burguesía  lograron amaestrar y domesticar a la “izquierda dura”. Cómo explicar la actitud hacia la “mermelada” de, salvo contadas excepciones como lo fue el senador Robledo, los izquierdistas colombianos. Tratando de explicar la  actitud “patriótica a favor de la paz” de la  izquierda “centrodemocrática” recogemos lo que  dice Níkolas Stolpkin, “La hábil estrategia de convertir los diálogos de paz en el tema central de la campaña,  dejando de lado la agenda social y las críticas al clientelismo, y de forzar una segunda vuelta con el candidato uribista, condujo a los resultados esperados”, y cabe agregar a confundir a la masa “izquierdeada”.

Como consuelo para tontos queda el hecho  que la desideologización no es privativa de los que caminan  a la izquierda de la cuerda floja política en Colombia, pues en Europa y otras latitudes también se “cuecen habas”,  Marine Le Pen en La pesadilla de la Unión Europea y de una Izquierda llorona, manifiesta: ¿Cómo no podría desagradar una Izquierda acomodadiza que acostumbra a profundizar las políticas Neoliberales al momento que le toca bailar junto al Poder? España, Francia, Chile son ejemplos claros de una Izquierda cómoda que baila junto al Poder profundizando políticas Neoliberales, abriendo el camino a la Pequeña Burguesía y cerrando el paso a la clase trabajadora y explotada”. Y por esa senda caminan tanto quienes se supone quieren que en La Habana se discutan cambios estructurales económicos, sociales y culturales, como por quienes, caso Claudia López, solamente desean la entrega incondicional del pueblo en armas.


Y, borrando fronteras ideológicas,  Armando Novoa García (Razón Pública. Com.  17 de junio 2014)  en su artículo afirma algo que  cae como anillo al dedo a los izquierdistas de marras, “Transitar de considerarnos enemigos unos colombianos con otros, a una fase de cooperación pacífica, es un proceso al que estamos dispuestos, conscientes que la voluntad de paz la demostramos con nuevas realidades construidas por ambas Partes, y que de ellas es que nacen las confianzas”. Pero olvida el citado articulista que la lucha de clase sigue vivita y coleando y que la oligarquía atiza con ahinco el odio de clase y utiliza permanentemente la combinación de todas las formas de lucha. Basta escuchar el lenguaje desobligante del  ministro Pinzón y los altos mandos militares al referirse a la contraparte negociadora en La Habana.  En un quiebre de punto de vista el  mismo articulista recomienda,  “Santos está obligado a recoger, directa o indirectamente, las críticas de Zuluaga al proceso de paz, o al menos a exigir que se agilicen las negociaciones y que la guerrilla modere sus pretensiones”. ¡Vaya ironía! Pedirle moderación a las FARC, cuando la guerrilla no está pidiendo prácticamente nada para Ella y ningún cambio estructural  al modelo económico. Ni siquiera exige con firmeza la presencia en la Mesa de conversaciones  del Paisa comandante de la columna Teófilo Forero, uno de sus más eximios guerreros así como de Simón Trinidad y Sonia.

La  izquierda electorera, tampoco, tomó en cuenta que Santos es un mentiroso y traicionero de tiempo completo, aún, antes de sentarse a conversar formalmente con el ELN   les puso conejo, lo que obligó a los Elenos  a quejarse vehementemente,  “Nos preocupa que apenas iniciando esta fase pública del diálogo, el gobierno cambió el punto sexto del Comunicado conjunto, que termina con un llamado a “construir un país en paz y equidad”; esta modificación la efectuó la oficina del Comisionado de paz, al momento de leer esta declaración ante la prensa, a las 11 de la mañana del martes 10. La constancia de esta modificación está en los registros periodísticos, de las lecturas del Comunicado hechas por la Plataforma Clamor Social por la Paz y por la oficina gubernamental referida” (Delegación de Paz del ELN) Y   en materia de apaciguamiento de la confrontación ofrece “bala señores”; pasadas las elecciones anunció el incremento del pie de fuerza y las acciones de guerra  contra la insurgencia, sobre todo contra el contra el temido Paisa, de quien se dice que no se le permitirá asistir como delegado en La Habana.

Como punto final,  quedan flotando en el ambiente soso de la paz y la guerra preguntas como: ¿a dónde  llevará la pobreza conceptual, ideológica y ética de los  dirigentes izquierdistas? ¿Se saldrá con la suya, por tan poco, Juan Manuel Santos? ¿En el futuro cercano tendrán  las locomotoras mineras transnacionales los rieles despejados para llevarse  nuestros recursos naturales?