viernes, 29 de enero de 2016

MARIO RAMOS / Cumbre CELAC, la integración del sentido común

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MARIO RAMOS – La integración del sentido común podría ser la noción que guíe la relación entre los estados latinoamericanos y caribeños. El sentido común nos dice que nuestros estados y pueblos tienen intereses geopolíticos comunes, entonces por qué no actuar en nombre de ese interés general, por qué no proteger ese interés general.

El sentido común nos señala que el éxito inconmensurable de haber reunido a nuestros treinta y tres Estados en un espacio para el debate argumentado y horizontal es un logro que debe defenderse y desarrollarse. La integración no busca eliminar las diferencias, esto no es posible ni deseable, debemos apreciar el marco común construido que otorga igualdad de derechos a todos sus miembros, y esto en un mundo en donde determinados organismos internacionales no se manejan con el principio de la democracia, es un aspecto a considerar.
El sentido común nos dice que el interés general nos obliga a construir un destino colectivo, conducido por este modelo de integración pluralista que hemos conseguido, debemos profundizar nuestra unidad en la pluralidad.
CELAC es una zona de paz, el sentido común obligó a declarar a nuestra región como zona de paz. Nuestra vocación geopolítica es la paz y debemos como CELAC contribuir a la paz mundial. El sentido común nos dictó que debemos alejarnos de aquella potencia que pretende imponer su voluntad geopolítica a otros pueblos y que han convertido a regiones como el Oriente Medio en zonas con países destruidos. Usando el método de la “guerra contra el terrorismo” se ha sometido a pueblos y se camufla la expropiación de sus recursos naturales. “Guerra” que ha otorgado patente de corso a la potencia que declaró esa guerra infinita para violar a su antojo el derecho internacional, promover guerras de falsa bandera, cárceles clandestinas alrededor del mundo y violar todos los derechos humanos que dice promover.
En este convulsionado planeta, los miembros de la CELAC tenemos la oportunidad de construir la civilización del Buen Vivir. Nuestros pueblos nos exigen sensatez, no les fallemos. Sepultemos de una vez por todas esas supuestas arquitecturas hemisféricas de seguridad y diálogo internacional que han demostrado estar al servicio de intereses egoístas y hegemónicos, y gritemos todos ¡larga vida a la CELAC!
Tomado: http://www.contrainjerencia.com/?p=113832

sábado, 23 de enero de 2016

Una izquierda para el siglo XXI




En los años 60 y 70 quien se incorporaba a la militancia escuchaba a menudo una frase: “Ser como el Che”. Con ella se sintetizaba una ética, una conducta, un modo de asumir la acción colectiva inspirada en el personaje que –con la entrega de su vida– se había convertido en brújula de una generación.“Ser como el Che” era un lema que no pretendía que los militantes siguieran punto por punto el ejemplo de quien se había convertido en referencia ineludible. Era otra cosa. No un modelo a seguir, sino inspiración ética que implicaba una serie de renuncias, esas sí, a imagen y semejanza de la vida del Che.
Renunciar a las comodidades, a los beneficios materiales, incluso al poder conquistado en la revolución, estar dispuesto a arriesgar la vida, son valores centrales en esa herencia que hemos dado en llamar guevarismo. Esos fueron durante buen tiempo los ejes en torno a los que se organizó buena parte de la militancia de izquierda, por lo menos en América Latina.
Esa izquierda fue derrotada en un breve periodo que podemos situar entre los golpes de Estado de la década de 1970 y la caída del socialismo real, una década después. No se sale indemne de las grandes derrotas. Así como la caída de la comuna de París fue un parteaguas, según Georges Haupt, que llevó a las izquierdas de la época a introducir nuevos temas en sus agendas (la cuestión del partido pasó a ocupar un lugar central), las derrotas de los movimientos revolucionarios latinoamericanos parecen haber producido una hendidura en las izquierdas de comienzos del siglo XXI.
Aún es muy pronto para realizar una evaluación completa de ese viraje, ya que estamos encima del mismo, sin la suficiente distancia crítica y, sobre todo, autocrítica. Sin embargo, podemos adelantar algunas hipótesis que enhebren aquellas derrotas con la coyuntura actual que vivimos.
La primera es que no se trata de volver la historia atrás para repetir los viejos errores, que los hubo, y muchos. El vanguardismo fue el más evidente, acompañado de un serio voluntarismo que impidió comprender que la realidad que pretendimos transformar era bien diferente a lo que pensábamos, lo que llevó a subestimar el poder de las clases dominantes y, sobre todo, a creer que se vivía una situación revolucionaria.
Pero el vanguardismo no cede fácilmente. Está sólidamente arraigado en la cultura de las izquierdas y aunque fue derrotado en su versión guerrillera, parece haber mutado y sigue vivo tanto en los llamados movimientos sociales como en los partidos que pretenden saber qué es lo que quiere la población sin necesidad de escucharla. Gran parte de los gobiernos y los dirigentes progresistas son buen ejemplo de la pervivencia de un vanguardismo sin vanguardia proclamada.
La segunda tiene relación con el método, la lucha armada. Que la generación de los 60 y 70 hayamos cometido gruesos errores en el uso y abuso de la violencia no quiere decir que tengamos que tirarlo todo por la borda. Recordemos que por lo menos en Uruguay se pensaba que la acción genera conciencia, otorgando un poder casi mágico a la capacidad de la vanguardia armada para generar acción en las masas con su sola actividad, como si la gente pudiera actuar por reflejos mecánicos sin necesidad de organizarse y formarse.
Las organizaciones armadas cometieron, además, atrocidades indefendibles, utilizando la violencia no sólo contra los enemigos, sino a menudo contra el propio pueblo y también contra aquellos compañeros que presentaban diferencias políticas con su organización. Los asesinatos de Roque Dalton y la comandante Ana María, en El Salvador, son dos de los hechos más graves dentro del campo rebelde.
Sin embargo, eso no quiere decir que no haya que defenderse. No debemos pasar al extremo opuesto de confiar en las fuerzas armadas del sistema (como señala el vicepresidente de Bolivia), o despojar de su carácter de clase a las fuerzas represivas. Los ejemplos del EZLN, del pueblo mapuche de Chile, de la Guardia Indígena nasa en Colombia y de los indígenas amazónicos de Bagua en el Perú muestran que es necesario y posible organizar la defensa comunitaria colectiva.
La tercera cuestión es la más política y es la ética. En el legado del Che y en la práctica de aquella generación, el poder ocupaba un lugar central, algo que no podemos ni debemos negar. Pero la conquista del poder era para beneficio del pueblo, nunca jamás para beneficio propio, ni siquiera del grupo o partido que tomaba el poder estatal.
Sobre este tema hay una discusión abierta, en vista del balance negativo del ejercicio del poder por los partidos soviético y chino, entre otros. Pero más allá de los errores y horrores cometidos por los poderes revolucionarios en el siglo XX, incluso más allá de si es conveniente o no tomar el poder del Estado para cambiar el mundo, es necesario recordar que el poder era considerado un medio para transformar la sociedad, nunca un fin en sí mismo.
Sobre este asunto hay mucha tela donde cortar, en vista de la brutal corrupción enquistada en algunos gobiernos y partidos progresistas (en particular en Brasil y Venezuela), cuestiones que ya pocos se atreven a negar.
La izquierda que necesitamos para el siglo XXI no puede sino tener presente la historia de las luchas revolucionarias del pasado. Es necesario incorporar aquel lema “ser como el Che”, pero sin caer en vanguardismos. Una buena actualización de ese espíritu puede ser para todos todo, nada para nosotros. Lo mismo puede decirse del mandar obedeciendo, que parece un importante antídoto contra el vanguardismo.
Hay algo fundamental que no sería bueno dejar escapar. El tipo de militantes que necesita la izquierda del siglo XXI debe estar modelado por lavoluntad de sacrificio (Benjamin). Es evidente que la frase suena fatal en periodos como el actual, pero nada podemos conseguir sin deshacernos de esa tremenda fantasía de que es posible cambiar el mundo votando cada cinco años y consumiendo el resto del tiempo.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/01/22/opinion/018a2pol

jueves, 14 de enero de 2016

Identificando al enemigo interno

Libardo Sánchez Gómez*

En el hombre como en los demás   animales el miedo es la constante;   miedo a las enfermedades, a los depredadores, a los microorganismos, pero principalmente, no sin fundamento,  a los otros hombres.  El miedo es el eje de la dominación por parte de las clases hegemónicas, a nombre de éste se explotan las masas y prósperos países son  invadidos y  convertidos en estados fallidos.

El  capital corporativo, ente rector mundial,   teme de manera enfermiza  al comunismo por ser, según éste, una “fuerza desordenadora del orden interno”,  y es el enemigo universal por excelencia el cual amenaza “la seguridad colectiva de los estados”.    Amenaza  que ha dado origen a “la doctrina de la seguridad nacional”  la cual, a su vez,  se ha convertido en el centro del accionar de los ejércitos.

La concepción del enemigo interno   se ha instaurado en la conciencia colectiva con un enfoque terrorífico. Y se ha venido instrumentando paulatinamente   un proceso de adoctrinamiento ideológico y político en  la población pobre, fortalecido por la situación de dependencia estructural   del imperio norteamericano, el cual quiere evitar a toda costa la proliferación de gobiernos socialistas. Se ha grabado en la conciencia colectiva la idea de que es comunista quien se opone a las políticas de la clase dominante y, a su vez,  ser comunista es ser terrorista.  Así mismo,   los  máximos representantes del comunismo internacional, así no sepan qué es eso,  son los  campesinos reclamantes de tierras, los sindicalistas, los defensores de derechos humanos y, por supuesto, los alzados en armas;   y estos  representantes del “ente maligno”     son los causantes de la violencia, el hambre y la pobreza que  les  azota a ellos mismos y  al 99% del resto de sus congéneres.  

 El imperio gringo, además del comunismo,    idea diversos   “enemigos internos” según sus conveniencias geoestratégicas de dominación global;   por ejemplo, creó el  Estado Islámico EI;   El llamado Estado Islámico es   la  típica creación norteamericana de un “enemigo universal”. Investigadores  de la universidad de Copenhague sostienen que   el “auto ataque”  a las Torres Gemelas “sirvió para crear el odio contra los árabes y fomentar las guerras estadounidenses por el petróleo y la hegemonía israelí en el Medio Oriente”.  

Las fuerzas militares están   hechas  para liberar a las clases hegemónicas de cualquier enemigo; al ostentar el poder,    por derecho propio,  disfrutan   del monopolio   de las armas.  Magda Alicia Ahumada P, dice que “…La fuerza como una concepción general se argumenta desde la visión de mantener y proteger a los estados frente a un enemigo o enemigos que intenten fracturar y romper la naturalidad de su existencia” (EL ENEMIGO INTERNO EN COLOMBIA, 2007)  Disentir   del  establishment es “terrorismo” que atenta contra el orden social natural, que otorga   privilegios a  los “elegidos”.  

 Por otro lado, en   los países colonizados,  como Colombia,  los problemas sociales son un asunto de orden público y de competencia exclusiva de los militares, quienes, además, están influenciados por la ideología anticomunista.  A la fuerza pública se le ha grabado hasta en los  músculos que el comunismo estimula la subversión.  Y, como  dentro  del seno de las sociedades bajo el modo de producción capitalista las contradicciones son una olla a presión a punto de estallar, ahí están   soldados y policías, evitando   que salte la tapa. Eso explica la violación permanente de los derechos humanos por parte de los militares.


La burguesía lleva en sus genes el temor al comunismo; sus privilegios viven en constante amenaza. El comunismo corresponde a una visión concreta de la realidad social; ve a la sociedad como un cuerpo vivo sometido a   evolución continua.   Nada en el universo está inmóvil, las sociedades tampoco, estas avanzan inexorablemente hacia formas menos antagónicas.   La burguesía es consciente de que debe evitar que  el pueblo  adquiriera  conciencia de clase, pues el día que lo haga les arrebata los privilegios.  Entonces,  harán hasta lo inimaginable para lavarle a la gente  mente y conciencia, y así prolongarán   su existencia, y con ella la agonía de casi toda la humanidad.

En Venezuela, con el comandante Hugo Chávez,  nació  un formidable enemigo, el llamado  Socialismo del siglo XXI, e  iba metiendo miedo a la oligarquía transnacional.  Y aunque  la amenaza fue de forma y no de fondo,   pues la oligarquía no perdió sus riquezas sólo parte de sus privilegios, el imperio dirigió todas sus baterías en ayuda de la burguesía local desplazada del poder.  El pueblo vive en medio de la disputa a muerte por el poder entre  la oligarquía tradicional (oposición) y aquellos burócratas,  que gracias al poder otorgado por el pueblo y a la corrupción, se convirtieron en los nuevos burgueses. La diferencia entre unos y otros está en que los tradicionales dependen del imperio y los nuevos (socialistas del siglo XXI) mantienen un discurso antiimperialista. La otra diferencia está en el enfoque, los tradicionales defienden el capitalismo clásico o salvaje (neoliberalismo) y los otros son de corte Keynesiano  (rostro humano, gracias a una mayor intervención del Estado) Y así las cosas la pobrería  no sabe para cual lado coger. No obstante, las bases chavistas  han venido adquiriendo alta conciencia de clase, y han aprendido a identificar al enemigo  de clase. Por eso les  da lo mismo votar por el PSUV o por la MUD.

En todo el largo proceso de la Revolución Bolivariana, el pueblo no sólo   aprendió a identificar a sus enemigos sino que asimiló dos cosas fundamentales, por una lado  que no puede ceder la dirección del movimiento popular a caudillo alguno, que por el contrario debe conservarla en sus manos de manera comunal; por otra lado le quedó claro que no es a través de las urnas que puede acceder y conservar el poder, serán las armas las que le otorgarán la libertad. Las transformaciones sociales, como el cambio de cualquier paradigma, no se logran de manera pacífica, y  no solo lo dijo Marx sino el mismo Van Pope.  Basta recordar la sentencia de Marx,        “ …Una revolución es, indudablemente, la cosa más autoritaria que existe; es el acto por medio del cual una parte de la población impone su voluntad a la otra parte por medio de fusiles, bayonetas y cañones, medios autoritarios si los hay; y el partido victorioso, si no quiere haber luchado en vano, tiene que mantener este dominio por el terror que sus armas inspiran a los reaccionarios”.

En Colombia también se vive una situación social candente,  a pesar de la probable entrega del movimiento guerrillero la lucha de clases (expresada en una prolongada guerra civil)  sigue in crescendo.  Lamentablemente  las bases populares, también,   van por un lado y la cúpula  por otro.  Si bien la insurgencia no fue vencida en el campo de batalla viene siendo conquistada por la oligarquía, por decir lo menos, sin pena ni gloria en la Habana en la llamada Mesa de diálogos.  No obstante,  la oligarquía no puede cantar victoria, quedarán  intactas   la mayoría de la guerrillerada de base  y gran cantidad cuadros (comunistas clandestinos) políticamente educados con una gran conciencia de clase.    Estos  serán los encargados de continuar   llevando en alto la  bandera   que ahora la cúpula guerrillera quiere arriar.

El desarrollo dialéctico de las contradicciones en el seno de la desigual sociedad colombiana no parará con la entrega de un grupo de alzados en armas.  Además, será un asunto de instinto de conservación,  pues mientras los alzados en armas están instrumentando la entrega de estas, la oligarquía empresarial y terrateniente incrementa el rearme de miles de mercenarios (paramilitares)  para borrar de la faz de la tierra a los   guerreros desarmados.    


La nueva etapa de la confrontación entre enemigos de clase en Colombia será aún más intensa y cruenta que la hasta ahora conocida, y contará con la participación de movimientos populares con más conciencia social.  Así lo evidencia  Cristian Camilo Barrera  (El 2016 en Colombia, ¿el año de la paz y de la crisis económica?) “Resulta evidente la dinámica ascendente de la movilización popular en el país a partir de la Minga indígena del 2008, y en la actualidad, con la existencia de organizaciones sociales diversas de tipo campesino, afro, indígena, de mujeres, juveniles y urbanas el campo popular se ha ampliado, diversificado y fortalecido. Actores relevantes como la cumbre agraria étnica campesina y popular proyectan el 2016 como un año para la movilización y como un año determinante en las luchas de los sectores sociales que también están proyectando sus apuestas de paz en Colombia”. ¿Tendremos que afrontar   otros cincuenta años  de confrontación armada para lograr la  liberación definitiva?

*DMV. U Nacional de Colombia. MSc. Economía. PU. Javeriana. Esp. NAS. Profesor universitario.

miércoles, 13 de enero de 2016

La CIA en Colombia: el caso de la “contratista” Springer



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DAVID ESCOBAR / REBELION  / ANNCOL – Natalia Springer es una contratista de la Fiscalía, quien está encargada de la imputación de cargos contra la insurgencia colombiana. Springer también ha tenido experiencia profesional en la OTAN, en temas de “cooperación Cívico-militar”, según se puede observar en su Hoja de Vida, en la sección de que ella autodenomina “Experiencia Profesional (relevante)”:

NRDC- IT: NATO Rapid Deployable Corps Joint Military Commissions Operations, Crisis Response OPS. Assessing new procedures in DDR operations. Working problems and cases for CIMIC (Civil Military Cooperation) branco. Consultora”i.
La cooperación cívico-militar en Colombia está relacionada históricamente al surgimiento de las Convivir, después llamadas Paramilitares, AUC, Águilas Negras, etc. En cuanto a la cooperación Cívico-Militar vale la pena recordar que Wesley Clark, quien fuera Comandante Supremo de la OTAN, afirmó ante la cadena CNN que sus “amigos y aliados fundaron el Estado Islámico”ii
Al introducir el email de Natalia Springer (nataliaspringer@gmail.com) en el campo de búsqueda de Wikileaks, inmediatamente se obtienen 83 resultadosiii. Dichos resultados contienen listas de los Archivos de Inteligencia Global, que son los correos electrónicos de la empresa estadounidense de inteligencia privada y espionaje Stratfor (que se autodefine como “la CIA en la sombra”iv), correos que fueron filtrados por Wikileaks, donde los empleados de Stratfor expresan relaciónes con otros actores de la industria privada de inteligencia.
En uno de los archivos filtrados de Wikileaks aparece el correo electrónico de Springer (nataliaspringer@gmail.com) en la casilla 4.138 de una lista de pago (“paid”) fechada en 2007, de la empresa estadounidense de inteligencia privada y espionaje Stratfor (ver lista https://wikileaks.org/gifiles/attach/146/146181_paid1006.csv).
La página de Wikileaks donde se encuentra alojada la lista anteriorv, dice que dicha lista fue interceptada en un email proveniente de mooney@stratfor.com cuyo destinatario era it@stratfor.com es decir que era un mensaje de correo interno de dicha agencia de inteligencia norteamericana.
Además, en la misma página anterior hay un párrafo que dice (en inglés) que estos emails de la empresa Stratfor “revelanel funcionamiento interno de una empresa que se presenta como un editor de inteligencia, pero proporciona servicios de inteligencia confidenciales a grandes corporaciones, como Bhopal, Dow Chemical Co., Lockheed Martin, Northrop Grumman, Raytheon y agencias gubernamentales, incluyendo el Departamento de Seguridad Nacional de EE.UU. , La Marina de Estados Unidos y la Agencia de Inteligencia de Defensa de Estados Unidos. Los correos electrónicos muestran la red de informantes de Stratfor, la estructura de pagos, las técnicas de lavado de pago…”.
Sería desafortunado que los contratos multimillonarios entre Springer y la Fiscalía tuvieran que ver con el “lavado de pagos” al que hace mención Wikileaks, en lo que respecta a Stratfor, o que la relación contractual entre Springer y los servicios de Inteligencia Norteamericana tengan algo que ver con el hecho de que Springer se gane 17 millones de pesos diarios con sus contratos con la Fiscalía, según muestra El Espectador.vi
En otro de esos mensajes filtrados (email id 4515), que es un archivo de Excel que contiene varias hojas, aparece la información personal de Natalia Springer, en la hoja “ALL DATA”, fila 8363: email: nataliaspringer@gmail.com
En la casilla “método de pago” (Billing Method) aparece su Número de Tarjeta de Crédito: ‘4548181727036013 cuyo código de seguridad era ‘604, vencida en 2007.
Sub_amount (cantidad) =$99
Dirección de residencia en España (Calle Sil 14, Madrid) y Teléfono (‘34619579336).
En la Columna P, que corresponde al trabajo de Springer dice “Strategic Planning” (planeación estratégica).
Se sabe que esta cuenta no fue producto de un uso indebido de sus datos personales por un tercero, debido a que hay otro mensaje interceptado que proviene de nataliaspringer@gmail.com para service@stratfor.com en el que Natalia Springer le dice a Stratfor que ha perdido su password y solicita que le envíen dicho password a su correo electrónicovii.
El email nataliaspringer@gmail.com corresponde a la contratista de la Fiscalía colombiana, como se puede verificar un texto escrito por ella y publicado en un documento del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), fechado en 2005viii. En ese mismo documento dice que ella es “Experta en justicia transicional y analista política”.
Para comprender quien es la agencia norteamericana de inteligencia y espionaje Stratfor, de la cual Natalia Springer era (¿era?) cliente, hay que analizar el lenguaje tosco con el que se comunican. Ahora bien, es claro que el lenguaje usado por Stratfor en sus comunicaciones de inteligencia tiene en última instancia, causas políticas y económicas: no se debe simplemente a la mala influencia de uno de sus agentes.
Uno de los mensajes filtrados por Wikileaks es lo que Stratfor denomina su “glosario de términos de inteligencia desconcertantes útiles y extrañosix.
En dicho documento la agencia de inteligencia dice que “Cada profesión e industria tienen su propio vocabulario. Usar términos de béisbol para explicar un partido de fútbol es difícil. Estos son algunos de los términos que utilizamos”:
Página 4:
BYM (Bright Young Man): Hombre Joven Brillante. No sabe ni mierda. No sabe que no sabe. Podría quemarte por primera vez. Trata de que lo maten tan pronto como sea posible”.
Página 7:
Customer (cliente): el usuario real de la inteligencia. Un tomador de decisiones que usa la inteligencia para tomar decisiones reales. También es quien decide culpar a la inteligencia cuando sus estúpidos planes explotan en su cara. Debe mentenérsele feliz hasta que sea ejecutado. Evitando ser ejecutado con él como parte clave del oficio.”
Página 20:
War Wagon (Carro de Guerra): carro de seguimiento con detalles de protección que transporta armas de hombro y equipo Contra Asalto o CAT. Si se necesita el carro de guerra la inteligencia ha fallado”
En otro de los mensajes de inteligencia de Stratfor filtrados por Wikileaks, curiosamente aparece el email de Natalia Springer en la misma lista de un archivo de excel en la que también aparece Alexander Springer, quien fuera su esposox:
Natalia Springer aparece en la Hoja “Standard”, Casilla 338, del archivo
Y también:
Alexander Springer (alexander.springer@bmaa.gv.at) aparece en la hoja “weeklyintel” (inteligencia semanal), Casilla 1090.
El (¿ex?) esposo de Natalia Springer, según la información encontrada en Wikileaks es o fue Secretario de la Embajada de Austria en Madridxi:
En dicho Cable de la inteligencia norteamericana filtrado, Stratfor le dice a Alexander Springer, en su email institucional de la embajada que: “una previsión (“forecasting”) estratégica, nos esforzamos para mejorar continuamente su experiencia en la recepción de la inteligencia estratégica más actualizada, perspicaz y exacta”
Volviendo al glosario, la palabra subrayada en el párrafo anterior “forecast” es definida así por Stratfor en la página 9 del glosario citado anteriormente:
“Forecast (pronóstico o previsión): el corazón del oficio analítico. También llamado adivinación. La predicción de lo que ocurrirá en el área de interés es la parte más difícil del oficio. El área de interés podría ser el futuro del mundo, o alguien negociando la posición en la reunión de mañana. El oficio enseña que da lo mismo”.
El Fiscal Eduardo Montealegre ha confirmado que el objetivo de los contratos con Springer es realizar juicios a las FARC, medida que se toma en el contexto de los diálogos de paz, unilateralmente por parte del gobierno, y sin que se haya creado la comisión de la Verdad del Conflicto, según da cuenta en entrevista al Fiscal Montealegre publicada por el diario “el espectador”:
“¿Cuándo se harán públicas las investigaciones de la firma Springer, teniendo en cuenta sobre todo que la Fiscalía hizo un contrato para ese fin específico?
Los juicios por crímenes internacionales contra los cabecillas de las Farc serán el escenario natural para descubrir los hallazgos de la Fiscalía, sustentados en parte en esos productos contractuales”xii
Springer a su vez ha defendido sus contratos en los siguientes términos:
El trabajo de investigación que desarrollamos directamente para el despacho del señor fiscal cumple con el fin de: 1) apoyar desde el trabajo que se surte en la Dirección de Análisis, que en días pasados ha iniciado el proceso de imputación por crímenes de guerra (a las Farc)” (…)
esa información es considerada de ‘seguridad nacional’ por cuanto se trata de material de investigación que ayuda a soportar las investigaciones de la Fiscalía contra las Farc por crímenes de guerra, de lesa humanidad y graves violaciones al Derecho Internacional Humanitario”xiii.
Y si es que realmente son asuntos de seguridad nacional, ¿cuándo se decidió la Fiscalía a entregarlos al manejo privado de la firma de Springer?
El diario El Espectador conoció y publicó en internet el documento elaborado por la empresa de Natalia Springer, titulado “El secuestro en Colombia. Análisis cualitativo y cuantitativo sobre la amplitud y la sistematicidad de la práctica criminal de responsabilidad de las Farc-EP en Colombia”xiv. Ese diario les pidió a varios de los más reputados investigadores del conflicto colombiano que evaluaran el informe de Springer.
Dos de ellos aceptaron ser citados y publicar sus anotaciones sobre el reporte Springer: Francisco Gutiérrez Sanín y Daniel Mejía Londoño (ver análisis de Gutiérrez Sanín y de Mejía Londoño). Dos más prefirieron no aparecer públicamente, pero sí le enviaron a El Espectador sus conceptos. Los cuatro coincidieron con el interventor Carlos Useda y la fiscal Mónica Suárez: el informe preliminar sobre el secuestro en las Farc era problemático, desconocía la literatura académica sobre el conflicto colombiano, arribaba a conclusiones ligeras y hasta ingenuas, adolecía de rigurosidad, tenía múltiples deficiencias metodológicas y sus algoritmos no resultaban “sofisticados”.
Por ejemplo, Gutiérrez Sanín, doctor en ciencias políticas con estudios en matemática aplicada y miembro de la Comisión para el Esclarecimiento del Conflicto, sostuvo, siguiendo a Borges, que “el trabajo bajo evaluación es original y sensato, pero donde es sensato no es original, y donde es original no es sensato”. En su criterio, “el modelo que presentan los autores está groseramente subespecificado”, es decir, no incluye variables esenciales para explicar sus conclusiones. Y remató: “Ni para escribir ni para entender este trabajo se requiere algún conocimiento especializado más allá de la estadística descriptiva”. “También desconocen al parecer trabajos claves producidos por la academia colombiana, como los estudios sobre las FARC realizados por Aguilera y Medina Gallego, entre otros”, “Aquí me parece que al estadístico le faltó alguien con conocimiento sustantivo de nuestro conflicto que lo orientara”xv.
Otra reconocida académica señaló: “No es cierto que solamente ella (Natalia Springer) podía hacer ese trabajo. La ‘evaluación de impacto’ –método con que trabajó la firma– se usa ampliamente en economía y para estimar los modelos econométricos ya existen paquetes estadísticos; para esto no se requiere un algoritmo patentadoxvi.
Jairo Estrada, profesor de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Colombia, miembro de la Comisión Histórica del Conflicto Armado y sus víctimas, realizó esta crítica al modelo utilizado por Springer:
Las pretendidas imputaciones suscitan una preocupación mayor, cuando se informa que ellas se sustentan, por una parte, en el nuevo modelo de investigación de la Fiscalía. Y por la otra, en aplicaciones de la “ciencia de los datos”, o de la “ciencia de las bases de datos”, presentada por la firma Springer von Schwarzenberg y por el propio Fiscal como una innovación revolucionaria en la investigación penal.
La reflexión sobre la pertinencia y los límites de la adaptación acrítica en nuestro país del modelo de investigación criminal elaborado por teóricos importantes del derecho penal alemán como Claus Roxin e implementado en la Fiscalía con la asesoría de Kai Ambos y el concurso de un pequeño grupo de doctorados nacionales bajo el influjo de esa escuela, queda para el debate académico y político, lamentablemente muy pobre en este aspecto hasta el momento.
Sin desconocer los aportes del modelo de Roxin, aún están pendientes tanto la apropiación de visiones críticas de tal enfoque provenientes del propio medio académico alemánxvii, como el examen de oportunidad de implantación y adecuación de un modelo concebido para perseguir industrias criminales, incluidas las de alcance transnacional, especialmente en al ámbito de la criminalidad económica, a la investigación contra la rebelión armada en un contexto en el que se procura una solución política”xviii
La crítica más contundente a los contratos Fiscalía-Springer y al trabajo desarrollado por ella provienen del abogado Alejandro Ramelli , quien era un hombre tan cercano al fiscal, que el propio Eduardo Montealegre lo llevó a la Fiscalía en 2012 para crear la Unidad de Análisis y Contextos (Unac), su proyecto bandera. Ramelli es magistrado auxiliar de la Corte Constitucional. Él acredita una maestría en Francia, un doctorado en España y más de 30 publicaciones en revistas académicas. En entrevista realizada por el diario El Espectador Ramelli se expresó en estos términos sobre la labor desarrollada por Springer:
No hay conexión entre la información que ella suministra y las hipótesis investigativas de la Unidad, no estaban debidamente acreditados los análisis cualitativos y cuantitativos, los patrones macrocriminales no estaban debidamente construidos, no estaba clara la línea del tiempo, tenía muchos problemas con las fuentes de información, por lo cual esa información recogida (para reconstruir los crímenes de las Farc) no podía sustentarse ante un juez”.
-¿Usted le presentó al fiscal general sus consideraciones sobre el trabajo de Natalia Springer? Sí, él sabía. Le presenté un informe muy detallado con todas las observaciones”xix
En otras palabras lo que denunció Ramelli es que la fiscalía estaría cocinando un Falso positivo Judicial para imputar cargos a la guerrilla. Y Ramelli sabe lo que son los Falsos positivos, según la misma entrevista:
los procesos de los falsos positivos se movieron cuando yo estuve en esa unidad. Esos procesos no iban para ninguna parte en relación con la presunta responsabilidad de los aforados o generales. Eso le consta a todo el mundo. Y yo los moví, a costa de mi seguridad y de mi familia.
-Usted dejó constancia de que por haber movido esos procesos temía por su vida. ¿Por qué exactamente? A ese tema le metí todo el hombro. Mire, ese tema está bajo reserva, pero esos procesos de los falsos positivos sólo avanzaron cuando yo estuve en esa unidad.
-¿Antes nadie le había parado bolas a las investigaciones contra generales por casos de falsos positivos?
Tal cual”
Después de haber salido de la Fiscalía debido a lo que denunció, Ramelli empezó a recibir amenazas contra su vida:
-“Usted denunció amenazas en su contra. ¿Cuándo empezaron esas amenazas y a qué se las atribuye?
Creo que es una persecución que me tienen desde hace tiempo. Quieren acabar con mi prestigio profesional, con mi carrera, han enviado anónimos diciendo que ya me hicieron echar de otros cargos y que me van a hacer echar del que tengo (como magistrado auxiliar de la Corte Constitucional). Todo esto empezó desde que salí de la Fiscalía. Puede que exista una relación de causalidad.
-¿Teme por su vida?
Sí.
-¿Le pediría al fiscal que lo proteja?
¿Usted cree que me va a cuidar? Pensaría que no.
-¿Cree que esos anónimos amenazantes provienen de la Fiscalía?
Estoy seguro.
-¿Qué le quiere decir al fiscal general?
Que diga la verdad. Le pido que diga las cosas como son. Le resumo lo que pienso con una frase de Unamuno: ‘Podéis vencer pero no convencer’”
El hecho de que Springer tenga relaciones con la inteligencia norteamericana no sería algo sorprendente. Según el informe de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, “los Estados Unidos tienen responsabilidad directa en el conflicto por su permanente participación en el diseño e implementación de políticas de contrainsurgencia: por la exportación hacia el país y la financiación de sus guerras de intervención <>, <> y <>; por la instalación de bases militares; por la asistencia tecnológica y el suministro de material bélico. Todo ello ha contribuido a prolongar y agudizar la confrontación armada. En el mismo sentido se debe valorar la responsabilidad de los servicios de inteligencia (…) la responsabilidad empresarial se extiende a las empresas transnacionales que hacen presencia en el país, también comprometidas de manera diferenciada con la dinámica asumida por el conflicto”xx
De acuerdo a lo anterior, la información contenida en este documento podría ser un nuevo capítulo de “la dimensión internacional del conflicto social y armado en Colombia: injerencia de los Estados Unidos, Contrainsurgencia y Terrorismo de Estado”, título prestado del documento presentado por el profesor Renán Vega como aporte a la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, surgida en el contexto de los Diálogos de Paz de La Habana, Cubaxxi.
NOTAS
viii  Documento disponible en http://www.pnud.org.co/hechosdepaz/echos/pdf/4.pdf (página 15, pie de página número 1).
xvii  Estrada refiere aquí a Amelung, Knut, “Zur Kritik des kriminalpolitischen Strafrechtssystems von Roxin”, en JuristenZeitung, 37. Jahrg., Nr. 18 (17. September 1982), pp. 617-622. Desconozco el documento.
xviii   Ver artículo de Jairo Estrada http://www.rebelion.org/noticia.php?id=202433 
xxi  Ibíd. Pág. 697.
Tomado: http://www.contrainjerencia.com/?p=113272

miércoles, 6 de enero de 2016

“La izquierda del Siglo XXI" y los sahumadores"

Una respuesta a Emir Sader



Ln las procesiones católicas el que esparce incienso al paso de la imagen se llama turiferario y, con los “efectos especiales” del Medioevo, trata de dar sacralidad al paseo del santo o de la reliquia del mismo. Los sacerdotes laicos de los gobiernos “progresistas” no llegan a turiferarios sino que son, simplemente, sahumadores pues con el humo de sus teorías tratan de disimular el mal olor que despide la descomposición de esos gobiernos.

Un sahumador destacado es mi amigo Emir Sader quien al menos tiene la valentía de romper lanzas teóricas a favor de gente que, tras una derrota inesperada e ignominiosa, desaparece refugiándose en la mudez de la falta de balances y explicaciones, como Cristina Fernández de Kirchner, no puede ni pensar, como Dilma Rousseff y Lula, o se limita obstinadamente a vociferar, como Nicolás Maduro, en vez de abrir un período de reflexión, autocrítica y rectificaciónpPara salvar lo aún salvable.

Emir, en su artículo “la izquierda del Siglo XXI es antineoliberal”, publicado en La Jornada, de México, Página 12, el boletín kirchnerista de Argentina y la página web españolaRebelión, dice que la izquierda es una categoría histórica variable que primero se habría referido al enfrentamiento entre las clases, después al antifascismo y, por último, al neoliberalismo. Lo que Emir describe es en realidad la evolución de la socialdemocracia y del estalinismo desde los años 1930 hasta hoy, desde la lucha anticapitalista y socialista, pasando por los Frentes Populares con partidos burgueses hasta los Hollande, los Tsipras, los Iglesias, empeñados en mantener el capitalismo a costa de todas las concesiones y vergüenzas posibles. Pero aunque “izquierda” es un término de relación (se es izquierda frente a una derecha) tan poco preciso que Hitler sería izquierda frente a Gengis Khan, desde 1848, con el surgimiento de las insurrecciones obreras y del socialismo, es de izquierda quien está contra el sistema capitalista y de ultraderecha, derecha o centro derecha quien lo defiende, sólo ve como posible el marco del sistema y niega la lucha de clases en nombre de la unidad nacional. No hay entonces un enfrentamiento entre una “izquierda” progresistas y la derecha sino una lucha entre una débil derecha nacionalista y la sólida del gran capital financiero mundial.

Además, el neoliberalismo es sólo una de las políticas del capitalismo, que en su momento fue keynesiano o nazi. Quien busca sólo una alternativa al neoliberalismo propone sólo reformas al capitalismo, que es la causa de fondo del mismo y de todos los otros males (guerras, ecocidio, racismo, esclavitud (guerras, ecocidio, racismo, esclavitud, xenofobia, colonialismo).

Siguiendo a García Linera, cuyo fin declarado es la constitución de un “capitalismo andino” y cuya bestia negra son “los intelectuales de izquierda” y las ONGs progresistas, Emir Sader critica a los sectores que planteaban que los movimientos sociales debían ser independientes del Estado y de las instituciones capitalistas, no dice una palabra sobre el carácter capitalista de los Estados que tienen gobiernos “progresistas” (es más, confunde gobiernos con Estado) ni sobre la necesidad de esa independencia, por ejemplo, en México, Colombia o la Argentina de Macri.

Según Emir, los gobiernos “progresistas” habrían “redefinido el papel del Estado en vez de oponerse a él”. ¿Cómo? ¿Apoyando a los soyeros a costa de la agricultura campesina, aliándose con el agribussiness en vez de hacer una reforma agraria, como exige en Brasil el MST? ¿Fomentando la gran minería y la deforestación, el extractivismo, la destrucción ambiental de masa, favoreciendo al capital financiero como hizo el kirchnerismo? ¿No tocando las bases del capitalismo y ni siquiera afectando a las transnacionales y la banca extranjera?

Según los sahumadores esos gobiernos habrían “promovido un inmenso proceso de democratización social”. ¿Habría desaparecido la explotación, se habría reducido la brecha entre ricos y pobres o, simplemente, el Estado, para mantener altas las ganancias de los capitalistas, subsidió algunos servicios y amplió el mercado interno con políticas asistenciales y redistributivas dejando intactas las estructuras económicas capitalistas y dependientes? Si se hubiese producido esa democratización masiva ¿por qué la oposición venezolana pasó de menos del 50 por ciento de los votos al 65,27 por ciento conquistando millones de votos anteriormente chavistas? ¿Por qué el kirchnerismo perdió en la provincia de Buenos Aires y en todas las grandes ciudades, además de en los barrios y municipios obreros? ¿Por ingratitud, porque millones de obreros se habrían vendido a la CIA o serían derechistas fascistizantes, como explicaban los comunistas en el caso de Solidarnosc, en Polonia en 1980? ¿La izquierda se reduce por otra parte a la caricatura que hace Emir cuando pone como sus representantes a Negri-Hardt o a Holloway? ¿Fuera del estalinismo o de los espontaneístas, no hay izquierda sino sólo “intelectuales irresponsables que hablan desde cátedras” (diciendo lo contrario a los –pocos- intelectuales sahumadores que hablan también desde cátedras o desde gobiernos)? ¿La “izquierda del siglo XXI” sería Tsipras y Syriza, que aceptan con júbilo todas las imposiciones de la Troika y del gran capital que rechazaron poco antes, Podemos, que lo que quiere “es ganar”, o sea entrar mediante una alianza electoral en un gobierno de un Estado monárquico y capitalista, o la izquierda portuguesa que reproduce la nefasta experiencia del ingreso de Rifondazione Comunista en el gobierno de Romano Prodi?

¿Para ser izquierda basta con estar contra la política de austeridad y ser honestos representantes del capital? ¿Eso es lo que nos proponen los sahumadores en vez de intentar dar ideas sobre cómo recuperar las conciencias en Venezuela, sobre cómo construir poder popular en Bolivia y en Ecuador para evitar allí futuras derrotas, sobre cómo hacer una política clasista de resistencia en Argentina en vez de ponerle velitas a la mariscala de derrotas Cristina esperando su regreso en el 2019 ?

viernes, 25 de diciembre de 2015

Venezuela: un espejo donde mirarse

OPINION / 

En el medio de la marea neoliberal que barre el mundo, cuando la palabra “socialismo” había salido de circulación, el proceso político que comenzó a vivir Venezuela fue una fuente de esperanza.
Síntesis
En Venezuela se han producido cambios muy importantes en estos últimos años. Buena parte, por no decir la totalidad de la izquierda del mundo, miró hacia Venezuela como una luz en la tiniebla, una puerta que se abría. El preconizado “Socialismo del Siglo XXI” dejaba ver que la historia no había terminado. Hoy, muerto ya el principal artífice de ese proceso, Hugo Chávez, el proceso bolivariano está en una encrucijada. No retrocedió hasta su reversión, pero tampoco avanzó como proyecto revolucionario transformador.
I
El proceso abierto por la llegada al poder Ejecutivo en 1998, del teniente coronel Hugo Chávez a través de elecciones democráticas, cambió bastante el panorama en Venezuela, y en buena medida, en toda la región latinoamericana.
Debe partirse por entender que no fue una revolución popular, socialista, espontánea, como las que se dieron a lo largo del siglo XX en Rusia, China, Cuba, Vietnam o Nicaragua. En realidad fue un proceso sui generis donde un militar formado en el anticomunismo (paracaidista de los cuerpos de élite de las fuerzas armadas), sin preparación marxista, profundamente cristiano, se montó en el descontento popular que venía dándose desde 1989 con el Caracazo (primera reacción popular en toda América Latina a los planes neoliberales que se venían aplicando, violentamente reprimido por el gobierno de Carlos Andrés Pérez con una cauda nunca determinada de muertos que va de 2000 a 10,000). Así, retomando la ira popular ante ese estado de cosas, y con un mensaje moralizante, llegó a la Presidencia.
A partir de un discurso centrado en la lucha contra la corrupción, Chávez ganó las elecciones y comenzó a construir un proyecto nacionalista. Para sorpresa de todos, aún de la misma población que lo había votado, rápidamente comenzó a hablar de un nuevo socialismo, formulando la crítica del socialismo real, ya caído para ese entonces. Fidel Castro inmediatamente le tendió una mano.
En sus alocuciones -y en su práctica política- Chávez ponía en un pie de igualdad las figuras de Ernesto Guevara y de Cristo, citando indistintamente la Biblia o un texto de Plejánov. Él mismo dijo muchas veces explícitamente que no era marxista. Su plan de gobierno era una mezcla voluntarista de “buenas intenciones”, más cerca de la socialdemocracia o la caridad cristiana que de un proyecto revolucionario. Lo cierto es que las circunstancias lo fueron convirtiendo en un líder increíblemente popular, con gran arraigo dentro y fuera de su país, siendo una figura mediática como pocas veces se dio.
II
Eso es, en definitiva, la llamada Revolución Bolivariana: una indefinición. Y así cursó varios años, con interesantes avances para el campo popular (mejoras en los niveles de vida a partir de una más equitativa distribución de la renta petrolera del país), pero sin tocar nunca los resortes últimos del capital. Muriendo, Chávez -que pasó a ser figura sempiterna del proceso, abriéndose forzosamente la pregunta de si puede haber socialismo basándose en el culto a la personalidad de un dirigente-, designó “sucesor”.
Nicolás Maduro, un ex sindicalista que proviene de las filas del Partido Socialista, fue el ungido. El Partido Comunista de Venezuela acompaña todo el proceso con una posición crítica: acompaña, es parte, defiende la construcción de este experimento, sin haberse querido integrar plenamente al Partido Socialista Unido de Venezuela -el PSUV-, el cual en realidad es más una maquinaria electoral que un verdadero partido revolucionario organizado de la clase trabajadora.
Hoy día la revolución sigue en pie, aunque muy atacada en sus cimientos. Puede decirse que en Venezuela hoy se libra una guerra. Pero para ser exactos, hoy por hoy se acrecienta una guerra que, en realidad, se viene librando desde hace años.
Seamos claros: la guerra en cuestión no es sólo la situación de ataque económico a la que se ve sometido el Gobierno de Nicolás Maduro en este momento puntual. La guerra está desde el momento mismo en que Hugo Chávez puso en marcha un proceso en que se pretende tocar las estructuras de la sociedad.
La actual “guerra económica” que sufre el proceso bolivariano no es sino la profundización de una lucha eterna que, siendo consecuentes con el análisis del materialismo histórico, ha existido siempre en todos estos años de intento de transformación.
La guerra que vive la Revolución Bolivariana, hasta ahora sin armas de fuego, no es muy distinta de la que padeció durante 64 años Corea del Norte, durante 50 años Cuba, durante 60 años Palestina, durante 36 años Irán. A pesar de amenazas, invasiones y una interminable batería de artilugios -en muchos casos sí con armas de fuego- esos países siguen ahí. ¿Se podrá decir lo mismo de Venezuela en el futuro? ¿Seguirá ahí?
Vale la pena preguntarnos, con un sentido crítico y ¡constructivo!, por qué no se tomaron las precauciones elementales para librar esa guerra si se sabía que el enemigo siempre ha estado y estará ahí. En 15 años que lleva el proceso, 840 mil millones de dólares generados por la renta petrolera pareciera que no fueron suficientes para fortalecer la transformación iniciada con Hugo Chávez vivo. ¿Por qué? Un proceso que se pretende socialista sólo se puede fortalecer -dicho de otro modo: sólo se puede ganar esta guerra- con más socialismo, nunca con menos.
La lucha de clases, motor de la historia -en Venezuela y en cualquier parte del mundo- sigue estando al rojo vivo. Ahora, con estas iniciativas desestabilizadoras que está tomando la oligarquía nacional desde fines del 2014, centradas en la esfera económica, la lucha cobra mayor fuerza; pero esto, si bien tiene características particulares, no es muy distinto en esencia de todos los ataques que ha venido sufriendo la Revolución Bolivariana en su historia.
Si algo hubo en estos 15 años de proceso bolivariano fue justamente pretender sentar las bases de un nuevo modelo, de una nueva sociedad. Evidentemente eso no es fácil. Y en estos momentos -es preciso reconocerlo con valentía para seguir creyendo en la utopía y continuar dándole forma- ese proyecto debe ser revisado con carácter crítico constructivo.
III
¿Es particularmente más agresivo el ataque de la derecha ahora? ¿Hay errores propios que se están pagando? ¿Hay una combinación de ambas causas? Resulta imprescindible analizar a profundidad la situación actual -conociendo la historia que le antecede- para buscar alternativas. No hacerlo podría llegar a significar el fin de esa hermosa utopía que llamamos “socialismo del siglo XXI”.
Y ahí debe arrancar el verdadero análisis crítico: ¿qué es este socialismo?
Insistamos con la idea: un socialismo jaqueado sólo podrá vencer no con concesiones y titubeos, sino con más socialismo. ¿Cómo pudo reconstruirse la Unión Soviética devastada por la terrible Segunda Guerra Mundial, para llegar a ser superpotencia pocos años después? Con más socialismo. ¿Cómo pudo Cuba soportar el “período especial” una vez desaparecida la Unión Soviética? Con más socialismo. Las concesiones y titubeos no llevan por buen camino.
No cabe ninguna duda que luego de décadas de capitalismo salvaje, extinguido el campo socialista soviético, las ideas de justicia social y lucha por un cambio revolucionario de la sociedad quedaron debilitadas. Las luchas de clases no terminaron (¿cómo podrían terminar acaso, si son lo que mueve la historia?), pero el discurso conservador dominante intentó pasar al baúl de los recuerdos todo lo que tuviera que ver con “socialismo”, “revolución obrera y campesina”, “poder popular y socialización de los medios de producción”, “lucha antiimperialista”.
Fue la llegada de Hugo Chávez a la Presidencia de Venezuela lo que permitió desempolvar esos anhelos. El proceso que él iniciara revitalizó esas dormidas y muy golpeadas esperanzas. La historia, por supuesto, no había terminado. El campo popular allí siguió estando, resistiendo como pudo las políticas neoliberales, diezmado, desorientado en su lucha política.
Lo que sucedió en Venezuela sucedió igualmente en todos los puntos de Latinoamérica. En algunos países hubo respuestas que podríamos caracterizar como socialdemócratas, tibias, reformistas (Argentina con los Kirchner, Brasil con el PT, Chile con Bachelet, Uruguay con los ex tupamaros, Ecuador con Correa. Lo de Bolivia merece un capítulo aparte, porque es el punto donde más se avanzó en la respuesta socialista y popular). De todos modos, ninguno de esos planteamientos jaqueó al sistema capitalista de su nación ni al amo imperialista estadounidense.
El caso de Venezuela es una “piedra en el zapato” para Washington dadas las enormes reservas de hidrocarburos que atesora, botín que el imperio no va a perder. Ese pareciera el elemento principal a considerar para entender la situación del país caribeño; un gobierno nacionalista que quiere manejar autónomamente sus recursos, y si a eso se suma un presidente díscolo (Hugo Chávez) que puede tratar de “diablo” en la cara al primer mandatario de la primera potencia mundial, llamando a una unidad latinoamericana con un talante al menos no capitalista, el resultado es lo que vemos: el imperio muestra los dientes.
Ahora, después de la caída del muro de Berlín y la extinción del campo socialista europeo, desde hace ya unos años los viejos ideales de socialismo volvieron a la palestra. Volvieron no sólo en Venezuela, sino que se expandieron por el continente, en muy buena medida, de la mano de este proceso que se abrió en el país caribeño, y bajo la perspectiva de un “nuevo socialismo”, el del siglo XXI.
Pero resta por definirse qué es eso: ¿no es el socialismo clásico? ¿No es la concepción forjada un siglo y medio atrás a partir de la lectura crítica de la economía capitalista que hicieron sus fundadores?
Seamos rigurosos: ¿cuál es, en definitiva, la ideología que mueve este proceso esperanzador que se abrió en la República Bolivariana de Venezuela? ¿En qué consiste exactamente el socialismo del siglo XXI? En realidad, nunca se lo definió en sentido estricto. Si es la intención de formular una crítica a la burocracia y el verticalismo de las experiencias soviéticas: ¡bienvenido! La constatación de la realidad venezolana nos muestra que las prácticas burocráticas, verticales y corruptas no desaparecieron en su dinámica. Y lo que resulta más importante, definitorio si se quiere: la propiedad de los medios de producción (¿de quién son realmente?), nunca fue transformada en su raíz.
El economista venezolano Manuel Sutherland hizo notar que, según las Cuentas Nacionales, explicitadas por el Banco Central de Venezuela (BCV), el PIB privado (el porcentaje de la actividad económica del país en manos directas del empresariado) corresponde al 71% del total (año 2010). En el año de 1999 el PIB privado era de 68%. Es decir que, a pesar de las nacionalizaciones, el PIB sigue siendo mayoritariamente privado, y comparado con países que nada tienen que ver con el comunismo –como Suecia, Francia e Italia, donde el PIB es mayoritariamente público (estatal)–, el Estado venezolano no tiene en sus manos (salvo el petróleo) ningún resorte económico importante de la economía (Sutherland, 2013).
En otros términos: el proceso de transformación que se vive tiene como soporte ideológico una mezcla algo ambigua de socialdemocracia, voluntarismo, caridad cristiana y, por allí, algunos chispazos inspirados en el materialismo histórico. No hay dudas que algo está pasando, por eso la derecha (nacional e internacional) reacciona airadamente.
No hay duda que las clases populares, subalternas -el “pobrerío” en sentido amplio, para decirlo con un término quizá no marxista- hoy día se sienten protagonistas de su propia historia. El poder popular, al menos en parte, comienza a ser un hecho: los “negros de los barrios” ahora entran triunfantes al Teatro Teresa Carreño, otrora un ícono de la oligarquía vernácula. Y donde quiera que se vaya está instalado el discurso popular.
En un país “acostumbrado” por décadas al espectáculo mediático de la democracia (se votaba y se cambiaba el partido gobernante con una alternancia casi ensayada, pero no más), ahora esa misma población discute sus asuntos en asambleas comunitarias; una sociedad acostumbrada a la banalidad y a los concursos de belleza femenina, ahora pide cerrar los canales televisivos golpistas (como pasó con Globovisión) y formar milicias populares armadas para defender su revolución.
He ahí los gérmenes de lo que, si se potencia, puede ser una verdadera transformación. Pero los resortes últimos de la sociedad, la propiedad de los medios de producción, siguen en manos de una de las clases enfrentadas a muerte con los productores reales de la riqueza: ¡continúan siendo de la burguesía! Si eso no cambia, el manejo estatal del petróleo no alcanza para crear esa nueva sociedad que se desea, la sociedad socialista. La “guerra económica” actualmente vivida tiene su origen en esa dinámica, en esa contradicción de base no superada todavía.
En relación a esto se preguntaba el ministro del Poder Popular para la Cultura, Reinaldo Iturriza:
Respecto del gobierno, de nuestra responsabilidad, de la necesidad de reconocer nuestras incapacidades, cabría esperarse un ejercicio (…) [para ir] identificando lo que hemos hecho y lo que hemos dejado de hacer (…). Identificar, por ejemplo, cuándo y cómo permitimos que una “nueva clase” creciera al amparo de la revolución, y cuándo y cómo ella misma terminó siendo un obstáculo para liberarnos de las amarras de la economía rentista. Cómo y cuándo, por acción u omisión, contribuimos a crear las condiciones para la aparición del fenómeno del cadivismo*.
Por supuesto que dentro de las filas bolivarianas hay voces críticas. Quizá no todas las que debiera, pero las hay. En algunos, al menos, existe la intención de preguntarse seriamente qué se hizo mal. Porque, siendo realmente revolucionarios, no puede pensarse que todos, absolutamente todos los problemas son consecuencia del accionar del enemigo. La CIA existe y complota, sin dudas; pero el campo bolivariano -e incluso el comandante Chávez- pueden cometer errores. ¿No debería ser la crítica continua un elemento que supere al burocrático y anquilosado socialismo soviético?
IV
Estas líneas en modo alguno pretenden ser una “receta” para corregir errores, pero sí un honesto y transparente aporte para tratar de entender un poco más lo que está pasando con la actual “guerra económica”, que podría terminar frenando y haciendo caer el proceso.
¿Es sólo la derecha la causante? Por supuesto que la guerra estuvo desde el primer día en que Chávez mostró que era algo más que un militar golpista (igual que una amplia mayoría de militares latinoamericanos). Hablar de “socialismo” después de la Guerra Fría y del triunfo omnímodo del gran capital era una herejía. En Venezuela se comenzó a hablar. Y se comenzó, quizá con tibieza, a tratar de construirlo.
Ahí comenzaron los primeros problemas: la derecha reaccionó (así como sigue reaccionando ahora, por eso el golpe de Estado contra Chávez en el 2002, los sabotajes petroleros, los paramilitares, las guarimbas** y toda la parafernalia de acciones que podrán venir en el futuro inmediato).
Pero la revolución nunca tuvo claro (y parece que no lo tiene tampoco ahora) qué es eso del socialismo del siglo XXI. Que el enemigo de clase reaccione es lo esperable (¿por qué no habría de hacerlo?, pues la “guerra” no comenzó con el mercado negro, la especulación y el desabastecimiento actuales: la guerra es la lucha de clases, siempre presente desde que hay sociedades con propiedad privada). La otra parte del problema está del lado del movimiento bolivariano: ¿hacia dónde se quiere ir realmente?
Si esto no está precisamente definido, será difícil cuando no imposible, seguir caminando. El proyecto económico de la revolución es algo incierto, confuso incluso: ¿es socialista? ¿Es socialdemócrata? ¿Capitalista con rostro humano? ¿Control obrero de la producción o asistencialismo gubernamental?
Alguna vez el presidente Chávez ponderó lo que él llamó “Método Chaz-Az de resolución de conflictos”, en alusión a una negociación que él mismo, en persona, mantuvo con el hacendado Carlos Azpurúa con motivo de la nacionalización de su propiedad ganadera en 2005. Negociación dentro de los márgenes de la empresa privada, con la garantía de un gigante político como Chávez, al que, pareciera, nada se le podía cuestionar, y mucho menos ahora, erigido ya en figura casi mítica (después de su muerte comenzó a llamársele “Comandante Supremo”). Pero para un planteo socialista, ¿es posible, o más aún: es deseable un proyecto de esas características, de resolución amistosa de conflictos? ¿Diálogo con el enemigo? Es para pensarlo. ¿Qué puede salir de ahí?
Esa indefinición, este cuestionable modelo asentado finalmente sólo en las espaldas del Comandante que decidía todo, no es sostenible. Alguna vez Fidel Castro, acompañando al presidente Chávez en una gira dentro de Venezuela y viendo cómo éste se ocupaba de resolver todos y cada uno de los detalles que cada ciudadano se acercaba a plantearle, le dijo sabiamente: “Chico, ¡no puedes ser el alcalde del país!”.
Quizá es hora de comenzar a cuestionar críticamente mucho de lo hecho hasta ahora. El culto a la personalidad nunca es aconsejable. ¿No era eso, entre otras cosas, lo que se debía superar en relación al burocratizado socialismo soviético?
V
Digámoslo claramente: en los 15 años de proceso bolivariano no hubo una clara política económica socialista. Se podría alegar que no era posible, por razones político-coyunturales, levantar banderas del socialismo clásico hoy. En un mundo globalizado por los grandes capitales y con Washington a la cabeza, sin campo socialista como reaseguro, tal como lo tuvo Cuba en su momento, es imposible.
Puede ser, pero ello abre la pregunta respecto a qué se ha estado construyendo estos años. Lo cual lleva a conclusiones inexorables: 1) la economía, y el Estado que la administra, siguen siendo capitalistas. Y, no menos importante, 2) no se salió del rentismo petrolero. He ahí un cuello de botella ineludible. Superar eso es la clave para ganar la “guerra económica”. O, dicho de otro modo, para profundizar, de una buena vez por todas, la revolución y construir el socialismo.
El rentismo petrolero constituye, quizá, el principal nudo gordiano. Valga retomar y profundizar la tesis de Juan Pablo Pérez Alfonso (padre de la OPEP, como se le conoce): “El petróleo hay que sacarlo de la economía, porque su presencia interfiere toda la actividad económica y lo peor, obnubila las conciencias, destruye al individuo” (Moraria: 2015).
En Venezuela toda actividad económica productiva choca con el petróleo, el Dios todopoderoso que todo lo puede, sin coto ni medida. La renta petrolera no se debe repartir: se debe dejar guardada igual que estaba cuando era petróleo.
Pérez Alfonso decía que el petróleo es como una alcancía de la cual sólo se puede sacar, pero no se le puede meter. Hay que sacar sólo lo indispensable. A lo que se saca hay que darle utilidad como ahorro, no como gasto público ni menos como incentivo de la economía. La economía debe ser altamente productiva, no rentista; debe defenderse por sus propios medios, por sus propios mecanismos, por su propio dinamismo y no por la muleta de la renta petrolera.
Existe en Venezuela una economía ficticia, por cuanto todo, absolutamente todo está subsidiado. La construcción del socialismo, en tanto modelo de una sociedad de justicia donde todos producen y todos igualitariamente reciben una parte de esa riqueza social, no puede basarse en una dispendiosa chequera que subsidia todo, tal como vino haciendo el proceso bolivariano estos años.
Los noruegos siguieron las recomendaciones de Pérez Alfonso y son la economía más fuerte de Europa, sin las angustias de los demás países de la Unión Europea, con reservas por 900 mil millones de dólares. ¿Por qué no hizo lo mismo la Revolución Bolivariana?
El analista económico Claudio Katz (2006), citando a Modesto Guerrero, dijo con precisión: “En Venezuela no faltan dólares. Lo que está en juego es el destino de la renta petrolera”. Expresado de otro modo: en el país no faltan recursos, de ningún modo. La cuestión está en cómo se reparte esa renta.
Históricamente la riqueza generada por la producción quedó mayormente en manos de la clase dirigente: una burocracia petrolera y el empresariado nacional (agrícola, industrial, de servicios), o retornaba a las casas matrices de las corporaciones multinacionales que operan en territorio venezolano. Muy buena parte de esa renta iba destinada a un consumo en cierta forma irracional, suntuaria: “está barato, ¡deme dos!”.
Con el proceso bolivariano ello no cambió sustancialmente, pero sí en parte la forma en que se repartía, por cuanto comenzó a llegar algo más a los desposeídos de siempre. Por eso la derecha reaccionó (por razones más viscerales, ideológicas, que económicas). De todos modos, los mecanismos últimos de la economía (la propiedad de los medios productivos) no se expropiaron. Y lo mismo pasó con el sistema financiero.
Sucede hoy que ese sistema, el capital bancario, es el que más se beneficia del ingreso petrolero y de la producción general del país. Las divisas con que cuenta Venezuela terminan pasando por el sistema financiero privado, que es el que finalmente marca el ritmo de la economía. En tanto el Estado siga en esa dependencia, está atado de pies y manos.
El asistencialismo que permitió la renta petrolera en estos últimos años (“Chávez me regaló la casa” es el ejemplo arquetípico) no construye socialismo. La dádiva no es socialista, así como la llamada cooperación internacional (USAID, Unión Europea, JICA, etc.) no coopera más que con quien la da.
Por otro lado, ese asistencialismo descansa en una dadivosa chequera, pero no en un genuino crecimiento económico. ¡Así no se puede construir la sociedad socialista! La derecha puede hacer la guerra porque tiene servida en bandeja las facilidades con qué hacerla.
Citando una vez más a Sutherland:
Lo que sucede en la República Bolivariana de Venezuela es la fuga de capitales, la fuga de dólares fundamentalmente; eso se da junto o a través de la importación fraudulenta con el control de cambios. En Venezuela, desde el 2003 al 2013 se han fugado más de 150 mil millones de dólares; eso equivale al 50% del PIB y hace que la moneda venezolana siga perdiendo valor, se deprecie y lamentablemente el gobierno no ha estatizado el comercio exterior (que es lo que como marxistas proponemos, la estatización de la banca y del comercio exterior) sino que ha respondido haciendo emisiones monetarias inorgánicas, es decir, imprimiendo más dinero, presionando sobre los precios y que haya inflación (Sutherland, 2013).
Con todas esas medidas, que no son socialistas, quien se perjudica finalmente es la gran masa de asalariados, el “pobrerío” de siempre.
Por otro lado, la edificación de una sociedad nueva, con dignidad para todos, sostenible y respetuosa del medio ambiente, no se puede hacer sobre la base de la monoproducción, de la venta de petróleo, quedando el país en dependencia casi absoluta de la industria y la tecnología extranjeras, incluida también la seguridad alimentaria.
Ello es una bomba de tiempo con la que, de ningún modo, es posible edificar una nueva sociedad alternativa. Si aún persiste una extendida cultura consumista y el ícono nacional continúan siendo las reinas de belleza con implantes de silicona (¡hasta hubo un intento de crear una Misión para dotar de pechos plásticos a las mujeres que no podían pagarlos!), eso descansa en la cultura rentista desarrollada por casi un siglo. Construir algo alternativo sobre un “socialismo petrolero”, como se llegó a decir, abre más interrogantes que las soluciones que aporta.
La “guerra económica” actual existe, como parte de un ataque constante que sufre el país, y de ningún modo se le puede restar importancia a las estrategias de desestabilización que hay tras ella.
Basten palabras de James Clapper, Director Nacional de Inteligencia de Estados Unidos en su Informe sobre Venezuela / 2012, para graficarlo de modo más que elocuente: “Explotar la alta inflación del país, la carencia de alimentos, la escasez de energía y los galopantes índices de delincuencia.” (Lanz Rodríguez: 2015)
No hay dudas que se deben poner las barbas en remojo. La experiencia de Chile, en 1973, es un patético recordatorio de lo que podría esperarle a la Revolución Bolivariana.
Se produjo la angustia de la escasez, el país estaba sacudido por oleadas de rumores contradictorios que alertaban a la población sobre los productos que iban a faltar y la gente compraba lo que hubiera, sin medida, para prevenir el futuro. Se paraban en las colas sin saber lo que se estaba vendiendo, sólo para no dejar pasar la oportunidad de comprar algo, aunque no lo necesitaran. Surgieron profesionales de las colas, que por una suma razonable guardaban el puesto a otros, los vendedores de golosinas que aprovechaban el tumulto para colocar sus chucherías y los que alquilaban mantas para las largas colas nocturnas. Se desató el mercado negro. (Allende, I. en TeleSur: 2015)
Así describe Isabel Allende la crisis preparatoria del golpe de Estado de Pinochet / CIA en su país. Cuatro décadas después, lo que sucede en Venezuela es casi un calco de aquel escenario.
La guerra está abierta, es candente y urge tomar medidas para frenarla. De ello depende el destino de la revolución en esta coyuntura. Pero también es imprescindible ver, pensando a futuro, que es consecuencia de no controlar las palancas últimas del país.
Una “revolución bonita”, no violenta, amparada en un ¿método? como el “Chaz-Az”, abre enormes interrogantes. ¿Hasta cuándo se podrán seguir manteniendo los programas asistenciales? ¿Qué pasará ahora con la baja de los precios internacionales del crudo, manipulados por las potencias occidentales del Consenso de Washington justamente para desestabilizar a Venezuela (junto a Rusia e Irán)?
Ahora que el desabastecimiento y el mercado negro campean, sin llegar todavía a ser el Chile del último período de Salvador Allende, pero recordándolo, es urgente retomar aquella imagen que nos legara Rosa Luxemburgo en 1918 cuando analizaba la revolución bolchevique:
No se puede mantener el “justo medio” en ninguna revolución. La ley de su naturaleza exige una decisión rápida: o la locomotora avanza a todo vapor hasta la cima de la montaña de la historia, o cae arrastrada por su propio peso nuevamente al punto de partida. Y arrollará en su caída a aquellos que quieren, con sus débiles fuerzas, mantenerla a mitad de camino, arrojándolos al abismo. (Luxemburgo:1918)
En síntesis: el socialismo sólo puede mejorarse con ¡más y mejor socialismo!
Bibliografía
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Moraria, L. (2014) “La guerrilla de La Azulita. (Leyenda y realidad). Circunstancias históricas de la lucha social en Venezuela y su trascendencia en la llamada Revolución Bolivariana (1958-2013)”. Caracas: Ediciones Leonardo Moraria.
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Sutherland, M. (2013) “La burguesía en Venezuela: Especulación, poca industria y escasas empresas en manos del Estado”. Material disponible en http://www.irteen.net/la-burguesia-en-venezuela-especulacion-poca-industria-y-escasas-empresas-en-manos-del-estado-por-manuel-sutherland/. Visitado el 25/7/15.
TeleSur (2015). Citando a Allende, I: “La guerra económica se repite”. Material disponible en:http://www.telesurtv.net/analisis/Venezuela-y-Chile-La-Guerra-Economica-se-repite-20150127-0014.html. Visitado el 5/2/15.
Varios autores (1999) “Fin del capitalismo global. El nuevo proyecto histórico”. México: Editorial Txalaparta.
* CADIVI (Comisión de Administración de Divisas) es el ente encargado del manejo de las divisas en el país. Si bien hay un estricto control cambiario, existen diversas maneras de burlar el mismo, siendo CADIVI (el “cadivismo”) el núcleo del problema, por burocratismo y malos manejos. La fuga de capitales es un problema muy serio en la economía venezolana.
** Guarimba: término popular que designa movilizaciones callejeras, barricadas, disturbios. La derecha, asesorada por la CIA y la NED, ha realizado infinidad de ellas para desestabilizar al gobierno.
* Material aparecido en la Revista Análisis de la Realidad Nacional, del IPNUSAC, (Universidad de San Carlos de Guatemala), año 4, edición digital No. 81, septiembre de 2015.